viernes, 10 de julio de 2015

Lola Madrid: pasión por los molinos de Campo de Criptana

                No me duelen prendas cuando he de reconocer la valía de  personas  extraordinarias y altruistas capaces de regalar su tiempo –lo más valioso de la vida- en aras de un amor sin interés personal. 
Dicen algunos que La Mancha; nuestra Mancha, es madrastra para sus hijos e hijas, y en ocasiones algo de cierto hay en esta afirmación. Resulta difícil reconocer los valores de aquellos que residen dentro de las paredes del solar de la patria chica porque nos parecen menos importantes que los residentes geográficamente lejos. Pero si no fuera por las personas que trabajan dentro de los pueblos  para darlos a conocer en asociaciones diversas, muchas iniciativas conocidas, respetadas y admiradas a nivel nacional e internacional, no existirían.
Confieso que una de mis pasiones es amar esta bendita tierra de Dios  por encima de localismos absurdos.  Y por esa pasión admiro a las gentes de cualquier población que trabajan para dar a conocer el patrimonio material e inmaterial de todos nuestros pueblos.
La hacienda común es la heredada de padres a hijos en lo espiritual y en lo material,  legado que recibimos al nacer en un lugar concreto. Y para Dolores Martínez de Madrid los molinos han sido y son, su patrimonio del alma y del cuerpo. 

Lola Madrid, como popularmente se la conoce, es desde hace muchas décadas defensoras de los molinos de la sierra del albaicín criptano. De estirpe molinera  es una de las últimas molineras de las sierras manchegas y de España. Título que la enorgullece y que airea como uno de sus blasones que la honra, y por lo que tiene amigos incondicionales en toda España.
En Campo de Criptaza, le pese a quien le pese, decir “Lola Madrid” es tanto como decir mujer valiente y esforzada, de casta buena, y de honrado proceder a lo largo de  su vida. Títulos que no todos los seres humanos poseen. Presume de haber ganado el pan con  su trabajo y le canta las verdades a quien se le ponga por delante, olvidando que, a su cansado corazón le repercute negativamente entrar en esa  lid.
A esta mujer veterana en la historia de Campo de Criptaza  el viento le recuerda que su destino ha sido y es, defender la sierra. Una sierra que debe su recuperación en gran medida a ella, y su bregar durante más de treinta años  al frente de la Asociación Cultural “Hidalgos Amigos de los Molinos”. Gracias a su tesón, largueza  y generosidad demostrada  una y otra vez, dejándose  en ello sus escasas fuerzas; han arribado a la villa de los molinos gentes de diferente procedencia y condición.
Al ritmo de su incansable porfiar pidiendo a unos y a otros lo que es necesario para sacar adelante sus proyectos, olvidando desplantes en  muchas ocasiones, la Semana Cervantina ha alcanzado categoría internacional.
Semana Cervantina de la que ahora todos presumen, bien que pueden, pero que ha costado esfuerzo y dedicación de las personas que, al lado de Lola Madrid, luchan para mantener a flote una asociación con mucha historia escrita en las páginas de esa “tierra de gigantes”, como ha sido rebautizada en los últimos años.
Si se pudiera  mostrar el cómputo del tiempo dedicado por esta insigne mujer a sus molinos y a su pueblo, nos parecería imposible anotar en la agenda  de la vida tantos desvelos que le han proporcionado alegrías, y también decepciones.
Al final de los años  la costumbre  se ve como normal, y se tiende a no valorar a quien se le debe respeto y admiración por haber sido capaz de alzar por encima de sus propias sierras manchegas, el nombre de su pueblo.
Porque aparte de remilgos pueblerinos,  que casi siempre son vulgares, al menospreciar lo que otros hacen, las sociedades rurales de nuestro entorno demuestran que al margen de los avatares políticos de los partidos y sus equipos de gobierno, los colectivos sociales  con sus ideas de altruismo, que no es otra cosa que procurar mejorar la vida de los pueblos desde la escuela de la vida, prestan un servicio inestimable a su comunidad.

En este amplio contexto  se desenvuelve la valiosa aportación de Lola Madrid, ya que no hay  en Campo de Criptaza ninguna asociación que  haya avanzado tanto en  su permanencia en el tiempo a favor de la cultura, la literatura y el periodismo. Prueba de ello es el largo y extenso listado de nombres de artistas, intelectuales, catedráticos, políticos y diplomáticos  que se han sentido honrados  por ser nombrados Hidalgos y Molineras de Honor  de esta hermosa villa. Hasta en el año 1980 fueron recibidos  en el palacio real por su Majestad el rey  Juan Carlos; categoría lograda por su buen hacer y que nadie les puede negar ni arrebatar.
Sin embargo, en ocasiones, he creído percibir en Lola Madrid  una sombra de tristeza  callada, mientras relata que la asociación está  agradecida a las autoridades de turno por haber colaborado con la asociación en todo momento.
Como cronista eventual  en muchas ocasiones, he asistido a la recuperación  con esta asociación de tradiciones perdidas, entre ellas la de poner en marcha  los molinos, recuperando la molienda a niveles no imaginados anteriormente. De tan gran impacto, que ha sido reconocido a nivel mundial.
Pero también  he de dar fe, de que en ocasiones, he sido testigo de la infravaloración que los propios convecinos  han hecho de la asociación y de su presidenta.  Ignorando que al tirar por tierra a la junta directiva que preside Lola Madrid, y relativizando su labor importantísima a lo largo de los años, se tira cantos a los molinos que ellos han defendido, y defienden, como nadie lo ha hecho hasta hoy.
Pero como suele ocurrir, nadie es profeta en su tierra, y por este motivo a esta singular y ejemplar Asociación de Hidalgos Amigos de los Molinos se le resta importancia cuando se les compara con otras asociaciones surgidas en la villa criptanense que todavía, no han demostrado el camino recorrido por este grupo de hombres y mujeres  consolidado cada año su acervo cervantino y molinero en defensa de la sierra de los molinos; olvidando ese largo camino donde ha habido de todo, momentos gratos junto a  otros que no lo han sido tanto. Así me lo expresa Lola Madrid  cuando le pregunto por su larga trayectoria como presidenta.
A esta mujer castellana-manchega con amplio bagaje de acontecimientos en su haber, se le nubla la mirada, cuando asegura, que su ilusión sigue siendo conseguir que  la sierra del Albaicín de Campo de Criptaza, sea reconocida como un patrimonio cultural manchego a nivel mundial. Y en tono coloquial, olvidando su avanzada edad y su quebrada salud, añade que ella  y la asociación que preside seguirá  colaborando con las autoridades para que ese sueño se haga realidad aunque ella no lo vea.
Lola Madrid es poseedora de eso que se ha dado en llamar gramática parda, por su inteligencia natural y saber estar a la altura de las circunstancias en numerosas situaciones y ocasiones de su vida  saliendo airosa,  además de granjearse el afecto y la admiración de personalidades diversas que van  desde los estratos más altos de la sociedad nacional hasta aquellos otros círculos sociales que ignoran, o juegan a ignorar, la valía y admiración que se le tiene fuera de las paredes de su pueblo. 

Las crónicas periodísticas son las que muestran lo que subyace oculto por la desidia de la mayoría, por lo que escribir de Lola Madrid y la Asociación que preside, es recordar la trayectoria ejemplar de una gran mujer. Mujer que no se detiene en su esfuerzo personal por la pasión que siente hacia  sus molinos, y la defensa que ha hecho y hace de ellos para que  sean reconocidos como un entorno único dentro del marco cervantino universal.
Por lo que ya es hora de que en su pueblo se la reconozca como  Hija Predilecta: título que se merece por su nobleza, fidelidad, amor y entrega a lo largo de toda su vida.
Probablemente, si Dolores Martínez de Madrid, fuera un hombre a estas horas en su pueblo natal ya se le habría reconocido su valía. Cuántos nombramientos son escamoteados por aquellos que no han sido capaces de hacer nada por el bien común.
Y cuántos otros son otorgados fuera del entorno donde se reside.
Lola Madrid tiene tanto desamor recogido a lo largo de los años que tiene dicho que cuando se marche de su bendita villa molinera, su familia no acepte homenajes póstumos ni flores de oficio funerarias. Y tiene razón; parece que Sancho Panza hablara sentenciando. A la manera de don Quijote, Lola Madrid mira altiva a los trúhanes que la intentan callar, omitiendo su presencia en actos oficiales cuando gracias a ella, por esa villa cervantina han pasado, hemos llegado gentes diversas para festejar y alabar La semana cervantina de Campo de Criptana y su sierra coronada de molinos de época cervantina. Y aun así el ayuntamiento sigue ignorando sus méritos. Ingratitud humana con visos de envidia solapada.

Lola, se marchará una tarde a mirar la sierra convertida en viento; llegará como brisa arisca, se meterá por los ventanucos de los molinos para mover las aspas y lanzar al pueblo que ama por encima de ella misma, el orgullo de ser criptanense. Llegará y nadie la reconocerá porque su larga cabellera de mujer joven y bella dejará su perfume por entre peñas y sembrados, viñas y caminos, cal y coceros de parajes que ella recorrió en su juventud… Sí, Lola Madrid fue joven y hermosa aunque casi nadie ya lo recuerde.
A veces el cuerpo envejece y el corazón rejuvenece.
Si esta Señora manchega no tuviera un corazón joven no estaría escribiendo de ella.
Un corazón, el suyo, cansado de bregar y amar sin medida. Amor es lo que le sobra.
Y amor es lo que su pueblo le debe a la última molinera que molió trigo en uno de sus molinos.
Ojalá que a la excelentísima Doña Dolores Martínez de Madrid : Dama del Capítulo de Nobles Caballeros y Damas de la Reina Isabel la Católica, sus paisanos le otorguen lo que se merece y yo reclamo para ella ser nombrada en vida “Hija Predilecta de Campo de Criptana”
Cuantos nombramientos hay inmerecidos y cuantos otros a nivel regional y nacional no se han otorgado a quienes de verdad lo merecían.
Lola Madrid vibra con la pasión de la adolescencia cuando habla y mira sus molinos. Probablemente le sobra pasión, por eso grita su impotencia del mismo modo que don Quijote peleó contra los gigantes, sabiendo en su corazón que lo llamarían loco, y que no podría cortar las injusticias que se suceden a lo largo de los siglos.
Cervantes lo sabía y por esa causa escribió su novela.

                          
                                                                                 Natividad Cepeda

Arte digital: N Cepeda








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