viernes, 11 de marzo de 2016

12 de marzo de 2004 millones de ciudadanos se manifiestan en toda España contra los atentados terroristas de 11-M en Madrid.

Pienso, por un instante, en los millones de ciudadanos con un dolor  crecido que se respiraba en el aire, aquel doce de marzo de dos mil cuatro, cuando tomamos las  calles. Las plazas y calles de nuestras ciudades, de los pueblos pequeños y olvidados, de los pueblos grandes  y orgullosos. 
Salimos  rotos, en vigilia  por el vacío dejado  de los que no volvieron a salir  de los trenes.  Recuerdo el temblor impotente y la voz apagada por una losa de muerte. 
Cayeron sobre todos nosotros los espejos rotos de ventanas que no tocábamos, y sentimos el grito desgarrador de aquellos que fueron masacrados. 
Errantes continúan sus pasos cuando marzo se asoma  al calendario. Las lágrimas vertidas se olvidaron. Y cayó el silencio de aquella crueldad  innecesaria. 
Por un instante vuelvo a remover el pasado. Los muertos abrieron las puertas de los palacios para unos, y para otros las mismas puertas se cerraron. Los reyes que ocuparon el palacio se marcharon pero los muertos siguen sin regresar al mundo de los vivos.
Desde aquél funesto día la sombra de la duda se quedó  entre cimientos de mentiras vertidas en aras del poder. Y una telaraña se retiene en el recuerdo del atentado de los trenes ocurrido en España. Algo se le cayó a nuestra democracia, su diadema impoluta de brillante señora nos ha venido oscureciendo la claridad de parlamentarios e informadores; y bajito, muy quedo, seguimos pensando, muchos más de los que parece, que lo ocurrido aquel once de marzo en Madrid de España,  guarda alientos nauseabundos  entre la garganta de los años transcurridos.  
Pienso, por un instante, que quizá en el ministerio del tiempo, esa serie televisiva que se adentra en el pasado, nos descubra quienes fueron los que nos robaron la vida de los nuestros y la confianza en los políticos. 
Hoy doce años después la duda sigue alimentando la cepa de la incertidumbre porque queda una cavidad que nadie ha llenado con datos fidedignos.
Pienso, por un instante, que las voces de los muertos siguen preguntándonos quienes fueron los que firmaron su sentencia de muerte.
Probablemente los acontecimientos actuales tienen algo que ver con lo que no se esclareció en el pasado.

                                                                                                                 Natividad Cepeda

Arte digital: N Cepeda

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