miércoles, 24 de febrero de 2016

La Mujer y la poesía


Es imposible entrar en materia poética, tanto masculina como femenina sin conocer la historia religiosa, civil y política, ya que nada ni nadie puede escapar a ese influjo y a la cultura que se da en los diferentes periodos de la historia humana.
Se puede comprobar y constatar que en esos periodos la mujer ha estado relegada (-salvo excepciones mínimas y asombrosas-) de toda forma o conceptos culturales por existir una sociedad patriarcal a lo largo de la historia humana conocida.
Tampoco se puede olvidar que no siempre la política ha ido pareja con la literatura, aún suponiendo que al estudiar una época no se pueda omitir el hecho dual de las dos correlaciones. Lo que si se puede afirmar es que al dividir la historia cultural en épocas siempre aparecen nombres masculinos; por ejemplo, Pericles, Grecia, Vtrgfho, Augusto, y ttsi en todas las épocas y edades artísticas y culturales.
La mujer dentro de la poesía contiene las características condicionadas a esos momentos históricos, y está y ha estado en el espacio de tiempo y lugar mediatizada por las leyes dominantes. Leyes legisladas, y leyes de costumbres que marcan y dictaminan la vida cotidiana.
La mujer en arte sólo ha sido un bello reclamo, un accesorio, un concepto, una imagen para alcanzar un fin, un objeto al que admirar negándole el derecho a ser persona, libre. Libre desde todas las cruces históricas y culturales.
  Poesía es creación, captación de lo sensible, de lo bello que nos embarga el espíritu a través de los sentidos haciendo que en esos momentos se nos manifieste el alma. 
Poesía es ir más allá del aprendizaje de subsistir en medio de cualquier sociedad humana. Es, junto con el arte pictórico y los volúmenes de las formas escultóricas, la actitud humana más universal y eterna. Los poetas sólo crean poesía cuando ellos mismos se embriagan con lo que perciben y sienten.

La presencia femenina como elemento activo y creador de la poesía no ha podido separarse de las filosofías occidentales ni orientales, por lo que mantiene caducos roles y una herencia de representación masculina significativa, ya que hay muchas más obras escritas por ellos y su representación en el ayer y en el hoy, lo que refuerza su poder de decisión y selección en el campo literario y poético.
Las poetas o poetisas sólo estamos en escena para que no haya un vacío demasiado evidente.
La poesía verdadera es un reto mantenido, constante, imperecedero, audaz y valiente, lozano, atrevido; necesita ir sin fronteras y no puede enviar al éxodo del silencio a una parte de la humanidad, como ya lo ha hecho y hace, en ocasiones a las mujeres que escriben poesía. La creación poética es un milagro gratuito a pesar de todo lo que está escrito por insignes hombres de las ciencias y de las letras. Fray Luis de León, hijo de su época dejó escrito: "La Naturaleza nos la hizo para el estudio de las ciencias, ni para los negocios de dificultades, sino para un sólo oficio simple y doméstico: así las limitó el entendimiento y, por consiguiente, les tesó las palabras y razones". En ocasiones me he preguntado ¿cuántas mujeres están y han estado en la sombra, en el silencio impuesto por estos y otros comentarios que influyeron e influyen en la vida de la sociedad humana?
En literatura hay pocos nombres femeninos comparados con la extensa lista de nombres masculinos. En poesía son escasas las mujeres reconocidas como buenas poetas. Actualmente por aquello de no ser tachados de un mal trasnochado machismo, se las tolera, aunque difícilmente se les hacen un hueco en el círculo de los "elegidos". La poesía femenina es casi siempre ignorada, no leída, y mucho menos si no es perfecta en reglas y estilos.
El Quijote no es una excepción aunque, sí el nombre y la figura de Dulcinea es poesía en cada aparición del relato, y Miguel de Cervantes en uno de sus alardes literarios y humanos nos descubre el fin del personaje de Dulcinea, que no es otro que el fin mismo del ideal del amor y la belleza en el alma y en el cuerpo. Cuando Don Quijote le dice a Sancho: "dos cosas solas incitan a amar más que otras: que son la mucha hermosura y la buena fama, y, éstas dos cosas se hallan consumadamente en Dulcinea, porque a hermosa ninguna la iguala; y en buena fama, pocas la llegan". Y cuando Sancho le recuerda que ninguno de los dos la conoce el Quijote le responde: "Tú me harás desesperas, Sancho. Ven acá hereje; ¿no te he dicho mil veces que en todos los días de mi vida no he visto a la sin par Dulcinea, ni jamás atravesé los umbrales de su palacio, y que sólo estoy enamorado de oídas". Capítulo IX. Segunda Parte.
En el Capítulo X, don Quijote dice a Sancho que se fije en todo movimiento o ademán que haga Dulcinea, si se mueve, si se toca el cabello, si eleva la mirada; afirmando que entre los amantes las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se tratan, son certísimos correos", -siglos después estos análisis cervantinos son estudios de comportamientos sociales-,
Don Quijote también explica a Sancho que todo lo que los poetas describen de damas con nombres irreales, están sustentados verdaderamente en Damas de carne y hueso, igual que lo que se representa en los Romances, en los teatros de las Comedias, en las tiendas de los barberos, porque todos quieren que los tengan por enamorados, y por hombres que tienen valor para serlo, y para dar sujeto a su verso. Definición precisa y auténtica del escritor y el hombre que es Miguel de Cervantes. 
Cervantes y Quijote aman a la mujer. Aman a una mujer libre, como Pastora Marcela, fuerte y hermosa. Muestran a mujeres audaces como Luscinda que no obedece las órdenes paternas, Dorotea que escapa al monte igual que un mozo cualquiera, o Quitería que desprecia la riqueza por el Zagal o pastor pobre Basilio, dejando a Camacho el rico labrador. 
El ideal femenino del Quijote es poético, femenino y libre. El Quijote siempre que recuerda o habla de Dulcinea es un poeta, el mejor de todos los enamorados, el más delicado, el más puro, el más enamorado, pero Dulcinea es nada, una figura inexistente, un sueño, una metáfora, un ideal, una mujer soñada que no puede existir, parecida a las pastoras que se revelan, algo inaudito en aquella época cuando la mujer sólo era un vidrio pronto a romperse escapándose de ese mundo hostil y autoritario. 
 Hay en esas histonas exageradas de amores, toques mágicos, y sobre todo, hay en Cervantes un nadar entre dos aguas, de ahí su poesía encubierta y mística en ocasiones y en otras, su descarnado mostrar el pensamiento de una época de la historia y la cultura.
Y por ello la carta escrita de Don Quijote a Dulcinea es la que revela ese pensamiento íntimo masculino.
Carta de Don Quijote a Dulcinea del Toboso
"Soberana y alta señora:
"El ferido de punta de ausencia y el llagado de las telas de corazón, dulcísima Dulcinea del Toboso, te envía la salud que él no tiene. Si tu fermosura me desprecia, si tu valor no es en mi pro, si tus desdenes son en mi afincamiento, magüer que yo sea asaz de sufrido, mal podré sostenerme en esta cuita, que, además de ser fuerte, es muy duradera. Mi buen escudero Sancho te dará entera relación, ¡oh bella ingrata, amada enemiga mía!, del modo que por tu causa quedo: si gustares de acordarme, tuyo soy; y si no, haz lo que te viniere en gusto; que con acabar mi vida habré satisfecho a tu crueldad y a mi deseo. 
"Tuyo hasta la muerte,
El caballero de la Triste Figura".
En la carta enviada jamás piensa Don Quijote en que bien pudiera Dulcinea estar enamorado de otro, de allí que pasa de llamarla "bella ingrata", "amada enemiga" términos que muestran con que ligereza se juzga si es un sí, o un no, ¿locura del Quijote o visión y postura masculina?

Amar es imprescindible, vital, vivificador. La mujer durante siglos y siglos ha sido un sujeto pasivo, luego, cuando escribe, arrastra ese nadar entre un mar salado que en ocasiones la sostiene, o en un río crecido que en otras la lleva al fondo pantanoso del fango. La mujer en la poesía tiene que ser ella misma sin antiguos vasallajes, destrenzando lo pueril, anacrónico y débil que se piensa pertenece al universo femenino, pero sin dejar de escuchar el ritmo de su interior para crear la poesía inviolable que pertenece al poeta con pasión por la vida y lenguaje certero para que su influjo no sea sólo elocuencia de un momento y servidumbre de la herencia recibida




                                              Natividad  Cepeda


          Publicado en revista LA ALCAZABA        info_laalcazaba@elmentidero.org

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