lunes, 4 de marzo de 2013

Sin hadas los niños pobres y huérfanos del mundo


       

      No es verdad que existan la hadas, si así fuera las convocaría  para ayudad a los niños pobres y huérfanos del mundo. 
Los niños todavía conmueven el corazón endurecido de nuestra depravada sociedad. Al menos, denuncian algunos medios periodísticos, que hay que proteger a los niños de las mafias infantiles. Lo he escuchado mientras desayunaba, cuando el reloj no llegaba a las siete de la mañana y en los tejados la escarcha pintaba ojos a la madrugada, al tiempo que se extendía una niebla oscura como si el cielo se tapara la cara para no saber nada de lo feo y miserable que ocurre en nuestra sociedad.
Las tragedias más horribles se quedan empequeñecidas ante esta denuncia.
Suena en las emisoras la denuncia y se estrella contra las paredes violentamente  porque cuando ya no cabe pensar en nada peor, esa realidad macabra y sucia agiganta la catástrofe hasta límites insospechados.
No es nada nuevo esta noticia cuando se ha dicho a los cuatro vientos.
Las mafias no cesan sus negocios.
Negocios amparados por seres humanos que miran hacía otro lado y se sientan junto a los verdugos de los desprotegidos.
Sabemos que mueren a diario miles de personas y nos hemos acostumbrado a ese holocausto. En voz muy baja, casi a hurtadillas, se habla de la esclavitud que persiste en países árabes. El miedo a no ser correctos  nos amordaza y nos hace callar.
Se denuncia aquello que no nos causé deterioro ni nos complique nuestro vivir.
Y olvidamos lo que es inolvidable, por sí perdemos el asiento que ocupamos en el vagón del tren del bienestar.
La tragedia del hambre  es doble tragedia cuando la ignominia se aprovecha del hambriento, porque  quien nada tiene, cuanto se le da es más que suficiente.
La tragedia es saber que la suciedad del mundo la conocemos y no la limpiamos.
Luego olvidamos lo escabroso y a los que se mueren minuto a minuto porque bastante tenemos con lo nuestro… Y así salpicados de fango crecemos en pobreza y en miserias.
Al fin esa gente está lejos.
Pero, ay, ahora ya nos toca de cerca y los parados son de los nuestros, y también los que buscan un sitio en el comedor parroquial porque el hambre acucia. Pero allá en tierras olvidadas siguen muriendo de hambre y de enfermedades millones de personas. Y no paran las mafias prostituyendo mujeres, niños y hombres… Lo sabemos y el mundo juega a taparse la cara y mirar a otro lado porque eso nos queda lejos.
¿Lejos?
¿Dónde están los niños que desaparecen sin dejar rastro?
El mundo se ha quedado pequeño, salvo para las mafias que campa a sus anchas.


                                                                                                      Natividad Cepeda
                                                                                                                 
Arte digital: N.Cepeda

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