La poesía es el arte menos valorado y a
la vez el más recurrido y recurrente; cabaña donde se alojan las palabras
jugando con el honor y la gloria en busca de belleza.


Porque la verdad sea dicha sin tapujos ¿para qué sirve la poesía? Pues para casi nada, puede, que para sanar el alma dolorida cuando llora por dentro, o para cantar el vuelo de los pájaros que todavía nos acompañan habitando estas ciudades nuestras inhumanas. Quizá, para no perder la fe en la frescura de los amaneceres, y encontrar alguna noche, una estrella que nos mira desafiando la luminiscencia de nuestras calles… Incluso sirve escribir poesía para viajar al espacio soñado y labrar el encanto de un estremecido verso de amor. Pero hasta la buena tierra hay que laborearla para arrancarle frutos y compruebo que muchos aficionados a escribir poesía apenas si leen versos.
Cierto es que hay poetas
ostentosos que presumen ante el público como si fueran diosecillos del Olimpo
urbano, se dan entre los muy notables y también entre los trovadores locales
que presumen de ser sinceros y decir y escribir lo que sienten como si los
demás carecieran de emociones y sentimientos. De todos ellos nos salvan los
poetas auténticos que cuando se leen en soledad con la única compañía de un
libro nos llegan al alma. Gracias a esos poetas en el techo de la poesía sigue
apareciendo la luz a pesar de otras sombras.
Por ellos, y gracias a sus
libros, cualquier día es bueno para la
poesía.
Natividad Cepeda
Arte digital: N. Cepeda
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