martes, 2 de marzo de 2021

Poema para el mes de marzo de 2021

          

 Hoy  el día está nublado y no hay clamor

de lluvia y si lo hay de voces repetidas

hablando de vacunas y fin de restricciones

para salir del pueblo y también abrir

puertas de bares y cafeterías.

 

Las voces se multiplican en tertulias y vídeos

aunque en las tiendas de ropas

y complementos apenas si hay clientes.

 

Tampoco se supera el paro masivo

que suma millones de parados;

dicen que sobre todo de mujeres y jóvenes.

 

Por las compuertas de los grupos  de Whatsapp

se repiten hasta el infinito consignas

de libertad manipulada, a favor unos y otros

de  políticos que hurgan en el intelecto

colectivo  para, acusándose, los unos y los otros

llenar sus bolsas de sumisos votantes

y seguidores fieles.

 

Son puertas de atrás y de servicio 

para los que sin verjas ni guardianes

en sus casas tiene que servir al señor

de turno, tan déspotas y barbaros

como aquellos de antaño a los que nada

importaba la vida de los inferiores.

 

Soportamos estos días vándalos callejeros

jaleados por el poder constituido

que dejan que la anarquía campe a su placer

en ciudades  desprovistas de quienes les defiendan

porque a ellos, los poderosos políticos,

no están expuestos a su brutal hazaña

de destrucción masiva.

 

Marzo ha llegado con la misma inclemencia

de hace unos días, unos meses, un año…

Con el  desamparo que nos deja la muerte

de la maldita pandemia del coronavirus

que es la peste del siglo veintiuno

sin cantos gregorianos, sin besos ni abrazos.

 

Y poco importan los poetas que se afanan

por las  callejuelas del mundo

en recitar sus poemas y presentar sus libros

para apaciguar tanta tristeza marcada

en la comisura de los labios.

 

Un año llevamos arrastrando este amargo

trago de morirnos  con el fantasma

del miedo en las almas.

Nos hemos convertido en sauces llorones

sin lágrimas en esta primavera enfangados,

ahora, en la celebración de ese 8 de marzo

que resuena a podrido mensaje

en favor de millones y millones de desamparadas 

mujeres a lo largo y ancho de aldeas y ciudades,

de grandes urbes y escondidos reductos

donde todavía se venden niñas

y se  explota a niños en inmundos trabajos

sin que les importe a nadie; sin nadie,

absolutamente sin nadie  que los defiendan.

 

Y mi cabeza de poeta y de mujer

no comprende ya nada porque apenas

hemos avanzado en la justicia humana

tan cacareada con días  señalados en los inútiles

calendarios de nuestra sociedad

vacía de valores auténticos.

 

Un año llevamos viendo en nuestra mesa

sitios vacíos, puertas cerradas,

zapatos y calcetines sin pies para usarlos,

vestidos sin mujeres a quien ponérselos.

 

Un año subiendo por estos meses

con la boca tapada con mascarillas

y sin palabras para delatar y denunciar

el horror que nos ha convertido en muñecos

de viejo cartón abandonados a nuestra escasa

 suerte de parias pagadores de tributos.

 

¿Para qué reunirnos en esa marcha

reivindicativa del 8 de marzo?

¿Para qué?

No tenemos ni tiempo ni fuerzas para marchar

en pos de nada.

 

Yo escribo un poema al abrigo de mis paredes

sin ignorar que de nada sirve

porque hasta por ser mujer mi poema

no será valorado como el de un poeta hombre.

 

Escribo en soledad y no me rindo

a pesar de haber cumplido muchos marzos

y de saber que mi poema no tendrá repercusión

en sagrados ámbitos  culturales.

 

Ahí donde las computadoras del saber

apenas si apuestan por la mujer, también ahora.

 

Contemplo la vaguedad

de tantas sombras que trae la primavera

y  continuo escribiendo sin que nadie me pague

por ser juglar y escribidora de versos.

 

Hoy está nublado y no llueve,

que tristeza tiene el viento soplando en los tejados.

 

Enfrente de mis ojos han cruzado bandadas

de palomas y por un instante quiero

tener alas y volar  y volar en libertad

para perderme en ese cielo nublado de marzo

que presagia lluvia y no llueve.

 

Pienso, si este largo  poema  verá la luz

de otras miradas desdoblándose 

en las mañanas de marzo sin necesidad

de taponar su palabra con bozales de miedo…

Pienso…

Lo dejo  caminar  en marzo a pesar de la pandemia

y de ser una mujer  quien lo firma y escribe.

 

 

Natividad Cepeda

 

Fotografía realizada por el fotógrafo Pepe J. Galanes.

 

 

 

 

 

 

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