
La patria celestial estaba por encima
de la jurisdicción vigente porque las directrices políticas podían cambiarse en
cualquier momento, no así las leyes que nos decían que se respetaba a Dios y a
las personas sin robar, matar, injuriar o levantar falsedades en perjuicio de
los demás. Y como si aquello fuera un espejismo entre nosotros y el aire el
concepto de entendimiento asociado al respeto mutuo fue desapareciendo en favor
de una tolerancia basada en la desigualdad legal.
Prescrito por ley, los ladrones se
fueron protegiendo en deterioro de lo estrictamente moral, así robar y
destrozar los bienes ajenos de agricultores y ganaderos en las casas de campo, destrozando puertas, ventanas
para robar enseres y aperos, motores y tractores se convirtió en algo tan usual
y cotidiano y aunque empezaron las protestas nadie en la política vigente las
escuchó. Se llegó incluso a asesinar personas, pero como no sumaban cientos de labriegos los saqueos y el temor hicieron mella en ese
grupo social tan escasamente respetado y la economía del sector fue perdiendo
valor. Los precios agrarios durante años fueron restando ganancias y los costes
subiendo de maquinarias, sueldos, semillas, estiércol, abonos y también los seguros de cosechas por
pedrisco y heladas. El resultado ha sido la pobreza del sector agrario y la vejez
acumulada en los trabajadores autónomos del campo y la ganadería.
Pero como la Ley no admite equivocarse las cargas de impuestos han sido incrementados
creando una continua huida por parte de los jóvenes que no quieren seguir los pasos
de padres y abuelos. De madres y abuelas,
sometidas al vaivén del capricho inmoral de los gobernantes que dejan desprotegidas
a todas las familias del campo español. Porque esas familias siempre han ido
ajustadas en la economía sin demasiadas quejas, a pesar de escuchar chistes y
bromas sobre todos ellos. Han sido y son voces
del aire, miradas con desprecio por las clases sociales de funcionarios y
perseguidas por sindicatos, ajenos a todo lo que no fuera ir en contra de la
sufrida clase media baja de esta España adormecida entre balones futboleros y
fiestas creadas para el entretenimiento del pueblo y así, evitar que no piense.
La inseguridad en el
campo y la desmantelación de un patrimonio propio que nadie a retribuido, recuérdense
pilas de piedra, teja curva robada de tejados, puertas, ventanas de forja, utensilios
que se pusieron de moda, trillas, mesas rusticas auténticas y un sinfín de toda
clase desde botellas de butano, platos…tan cierto y viejo es todo esto que hay
casas de campo que no se dejan con la lleve echada para evitar que destrocen
cerraduras y pernios. Las casas de
campo, antes encaladas y conservadas para refugio de todos, dueños y asalariados
se caen a pedazos porque ni hay euros para conservarlas ni arrestos para seguir
confiando en que vuelvan a romper todo lo que los ladrones quieran. Nuestros
campos no importan casi a nadie.
Importan a algunos que
gracias al silencio de ese sector viven a su costa.
Y para terminar de
estrujar esta economía se ha creado el impuesto de cobrar por cada casa de
campo destartalada. Ante esa injusticia ni hay voz que se oiga en el aire del
que respiramos. Los pintores de nuestros pueblos plasman los campos y sus casas
rotas, viejas, sin nadie que las habite y al verlas en los cuadros admiramos su
belleza, salvo los que conocemos la agonía de esas paredes gracias a las leyes
vigentes de tanto político inhábil que han sumado fortunas y éxitos gracias a
manejos turbios y fraudulentos. Nos sobran gentes de mal vivir de todas las
calañas y especies.
No tardando mucho
tiempo en el campo no quedaran casitas blancas ni tampoco casas viejas
cubiertas de heridas y desconchones: no las veremos porque se tiraran todas para
no pagar esos impuestos injustos. Es el feudalismo actual de los grandes
señores para con sus vasallos.
Natividad
Cepeda
A
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