jueves, 11 de mayo de 2017

Voces del aire

                                            
Transgredir nunca lo he hecho me educaron para no violar las leyes divinas y esas leyes fueron para mis padres, mayores y más importantes que las leyes vigentes que teníamos en mi tierra natal. Mi pueblo era mi patria donde todos los  que me amaban me marcaban el sendero histórico de mis antepasados: donde el juez supremo era Dios, al que nadie podía engañar: El que todo lo veía de noche y de día.
La patria celestial estaba por encima de la jurisdicción vigente porque las directrices políticas podían cambiarse en cualquier momento, no así las leyes que nos decían que se respetaba a Dios y a las personas sin robar, matar, injuriar o levantar falsedades en perjuicio de los demás. Y como si aquello fuera un espejismo entre nosotros y el aire el concepto de entendimiento asociado al respeto mutuo fue desapareciendo en favor de una tolerancia basada en la desigualdad legal.   
Prescrito por ley, los ladrones se fueron protegiendo en deterioro de lo estrictamente moral, así robar y destrozar los bienes ajenos de agricultores y ganaderos en las  casas de campo, destrozando puertas, ventanas para robar enseres y aperos, motores y tractores se convirtió en algo tan usual y cotidiano y aunque empezaron las protestas nadie en la política vigente las escuchó. Se llegó incluso a asesinar personas, pero como no sumaban cientos de labriegos   los saqueos y el temor hicieron mella en ese grupo social tan escasamente respetado y la economía del sector fue perdiendo valor. Los precios agrarios durante años fueron restando ganancias y los costes subiendo de maquinarias, sueldos, semillas, estiércol, abonos  y también los seguros de cosechas por pedrisco y heladas. El resultado ha sido la pobreza del sector agrario y la vejez acumulada en los trabajadores autónomos del campo y la ganadería.
Pero como la Ley no admite equivocarse las cargas de impuestos han sido incrementados creando una continua huida por parte de los jóvenes que no quieren seguir los pasos de padres y abuelos. De madres y abuelas,  sometidas al vaivén del capricho inmoral de los gobernantes que dejan desprotegidas a todas las familias del campo español. Porque esas familias siempre han ido ajustadas en la economía sin demasiadas quejas, a pesar de escuchar chistes y bromas sobre todos ellos. Han sido y son voces del aire, miradas con desprecio por las clases sociales de funcionarios y perseguidas por sindicatos, ajenos a todo lo que no fuera ir en contra de la sufrida clase media baja de esta España adormecida entre balones futboleros y fiestas creadas para el entretenimiento del pueblo y así, evitar que no piense.

La inseguridad en el campo y la desmantelación de un patrimonio propio que nadie a retribuido, recuérdense pilas de piedra, teja curva robada de tejados, puertas, ventanas de forja, utensilios que se pusieron de moda, trillas, mesas rusticas auténticas y un sinfín de toda clase desde botellas de butano, platos…tan cierto y viejo es todo esto que hay casas de campo que no se dejan con la lleve echada para evitar que destrocen cerraduras y pernios.  Las casas de campo, antes encaladas y conservadas para refugio de todos, dueños y asalariados se caen a pedazos porque ni hay euros para conservarlas ni arrestos para seguir confiando en que vuelvan a romper todo lo que los ladrones quieran. Nuestros campos no importan casi a nadie.

Importan a algunos que gracias al silencio de ese sector viven a su costa.
Y para terminar de estrujar esta economía se ha creado el impuesto de cobrar por cada casa de campo destartalada. Ante esa injusticia ni hay voz que se oiga en el aire del que respiramos. Los pintores de nuestros pueblos plasman los campos y sus casas rotas, viejas, sin nadie que las habite y al verlas en los cuadros admiramos su belleza, salvo los que conocemos la agonía de esas paredes gracias a las leyes vigentes de tanto político inhábil que han sumado fortunas y éxitos gracias a manejos turbios y fraudulentos. Nos sobran gentes de mal vivir de todas las calañas y especies.
No tardando mucho tiempo en el campo no quedaran casitas blancas ni tampoco casas viejas cubiertas de heridas y desconchones: no las veremos porque se tiraran todas para no pagar esos impuestos injustos. Es el feudalismo actual de los grandes señores para con sus vasallos.


                                                                                            Natividad Cepeda

                      
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