A José María Rodríguez
Es un
amigo que llegó desde el sur
con su
bosque de sueños
reencarnado en La Mancha
Alto, como una torre, su estatura de hombre,
y frágil cual cristal de Murano su noble
corazón.
Es una figura modelada de viejo caballero,
con su cabello plata y luz de amanecer
en el recinto hermoso del fondo de sus ojos.
Luz irisada de arco iris, para Dolores,
amor que floreció en los hijos,
seducción no desvanecida,
y luz
de muchas primaveras en los dos.
José María, es
el tesoro que ilumina
la senda de la mistad, diamante
que apuntala esa
cima de nieve
Y fruto
sazonado bajo el sol
andaluz que ilumina el misterio
de este hombre rondeño.
José María, tiene aire ingenuo
de chico adolescente,
de movimiento etéreo,
flexible en sus modales,
como la marcha de las nubes por los cielos.
José María Rodríguez es el amigo
que te aguarda, el que nunca envejece,
el que sabe recordar diálogos
nacidos el calor de la lumbre
de años, y el que alberga en sus palabras
un abrazo de ternura ilimitado,
parecido al murmullo del mar en el ocaso.
Es el artista que enamora al silencio
de donde mana su fuerza y su empuje,
su alegría, su Edén, entre las paredes
de la casa, su óleo inacabado,
su bodegón de vidrio y oro.
Es el amor sin tiempo ni edad
del Patriarca con su luz inabarcable
como guía que guarda y
protege a los suyos.
José María Rodríguez, es la mar hecha
ola de ensueño,
la isla donde arribó su casta,
y el faro donde encallo su esposa.
Porque todo su porte es de hombre sureño,
juega a
ser inmortal por amor a dos tierras,
a dos pueblos; Tomelloso, manchego,
junto a la gaditana Ronda,
escribiendo su vida
sin distancia de tiempos.
vividos, y Dios, marcando el rito
de los pasos
que crecen,
del camino que lleva a sonreír contigo,
porque sólo nos queda, buen amigo,
la amistad que nos diste
con tu
abrazo fraterno.
Natividad Cepeda.

Arte digital.:N. Cepeda