

Los taxistas esperaban pacientes, y en un saco de dormir,
arrebujado y semiescondido, dormía una persona en el ángulo de un recoveco del
aeropuerto. Era una noche de reyes
diferente, donde los que se quedaban y los que marchaban, pedían sin palabras,
el regalo de llegar bien a casa. Nos han diseñado la felicidad vendiéndonos el
placer de viajar y perdernos a lo lejos. Nos ha urgido que haya que irse lejos
de los nuestros, perder la identidad y el consuelo de sentirnos queridos y
estrechados entre los abrazos y los besos
de los que nos amaron, y buscamos el humo de un milagro
vagando sin cesar por aeropuertos donde la vida se escapa y no regresa, aunque
en lo infinito del corazón sabemos que el precio de buscar otros horizontes es
el sufrimiento.

Todos esconden su tristeza tanteando salir del descalabro de no encontrar
trabajo. Todos parten con la desilusión y los que quedamos viéndoles partir, tememos que no vuelvan.
¿Quién puede predecir el futuro y asegure que regresarán?
Nadie. Supongo que los que viajan por placer no conocen el color ácido de la
amargura de viajar sin fecha de regreso. Supongo que no es lo mismo viajar a Berlín, a Londres,
a París y a Bélgica o América, México o Canadá
en busca de experiencias lúdicas que los que en la mochila llevan encontrar un
futuro que aquí se les ha raptado, porque no por otro motivo se nos van
nuestros jóvenes. El tiempo juzgará estas décadas y cuando lo haga dolerá la
sangría de perder a tantos hijos desperdigados por el mundo. La cabalgata de
reyes se fue rauda por los cielos y el regalo ha sido que cada uno de ellos
llegue bien a su destino. Eso es lo que importa porque el dolor al fin y al
cabo es invisible.
Natividad Cepeda
Arte digital: N. Cepeda
Publicado en el periódico Manchainformación.com
Retorna un tiempo de skype entre distancias. También de descubrimientos, de experiencias. ...
ResponderEliminarAbrazos,siempre