Reabro
el umbral de lo oscuro por donde las estaciones
no saben de lamentos y cerrando la indulgencia de la infancia de ayer,
pongo sobre el blanco del día la negritud del luto que nos deja la muerte.
Ha muerto un poeta. Se nos ha ido en enero dentro de la dehesa del frío y el granizo,
con un manto de nieve sobre amplias besanas, y nos queda sobre el frío asfalto
la máscara del miedo. La de ignorar si luego se irá apagando su grito, y su voz,
y su verso, y su tiempo de hombre por esta geografía que cruzó de un ángulo a
otro ángulo, de ciudades y barrios con sustancia de pueblo: humano para su
desventura y también para la nuestra. Esto es vivir, encender los recuerdos y
cerrando los puños enterrar a los muertos.
Me lo ha dicho mi hija a través del teléfono, con voz
incrédula y triste. Ha vuelto a llamarme y consternada ha vuelto a repetirlo;
mamá, mamá ha muerto Félix Grande. El silencio ha caído solemne sobre él. Como cae la palabra cuando
nadie la escucha. Hace años, muchos años, yo le hice una entrevista y al
preguntarle sobre su fama adquirida él, mirándome a los ojos me dijo
imperturbable: Quien sabe, quién mañana será recordado. ¿Acaso los poetas que escribieron sus versos
hace cien, doscientos, trescientos años, los que en su tiempo disfrutaron de
fama ahora se les recuerda? Yo me quede mirándole y dije algunos nombres de los
poetas clásicos… y él me dijo sonriendo. ¿Y los otros, los que sí escribieron y
tú no los pronuncias? Aprendí la lección. Fue una lección llena de
sabiduría. Félix Grande no se irá de la vida siempre que sus libros se lean.
Ese es su patrimonio y también lo es nuestro. Y el poeta, el flamencólogo, y el
conferenciante, el escritor curtido en el surco del libro, sabía que la aurora
es hermosa cuando envueltos en su luz ojeamos los libros. Los libros han sido
su andadura, y también las palabras formarán su epitafio.
Mañana, vendrá a presidir el Salón de Plenos del
Ayuntamiento de Tomelloso, así me lo ha dicho el alcalde. Y de nuevo en el
salón silencioso flotarán las figuras de Francisco García Pavón y la de Eladio
Cabañero; compañeros de letras, polvo ya del pasado al que siguen llegando al hojear
sus libros. No se han ido del todo, por aquí se les nombra y se les quiere como
algo muy nuestro. Eran un triángulo de ases al amparo del verbo enlazando metáforas,
sarcasmos y sentencias, versos de amor y fuego. Versos clamando algo, justicia,
libertad, rabia, desigualdad… y amor bramando vida.
Se nos ha ido el poeta llamado Félix Grande, pronto, y sin
que apenas nos hayamos enterado de que estaba malito. Sí, malito, como dicen
los niños de por aquí cuando les duele
algo. Y a nosotros nos duele su marcha y
su abandono de esta tierra inhóspita en tantas ocasiones, pero que nos regala a
personas geniales, y por eso no nos gusta que nos dejen, ni que envejezcan, ni
que se marchen sin saber que han estado malitos. Félix no quería el olvido. No
lo queremos nadie porque cuando sucede, entonces, es cuando de verdad morimos y
nos vamos.
Si todo es como me han dicho mañana, reposará junto a sus
muertos. Y no serán dos días decretados de luto en su honor. Cuando las
ceremonias oficiales terminen, en ese camposanto enjoyado de frío sentiremos el
luto, porque se nos ha marchado con un rumor de nieve, quizá porque la nieve es
blanca y estamos en enero cuando el cielo nos parece más alto y es más bello.
Nos deja su obra, y se queda encerrado en el
corazón del pueblo vinatero, en el que aprendió a vivir, a sentir y a
latir como hombre y poeta, aunque después se fuera. Ahora vine para quedarse a
pesar de que sus libros seguirán viajando por extensas laderas de ciudades
lejanas.
Descansa en paz Félix Grande Lara: Y gracias por habernos dejado
tu belleza interior, en palabras. Gracias por venir a tu pueblo.
Natividad Cepeda
Publicado en Mancha Información
Diario Lanza Ciudad Real
El poeta Félix Grande Lara nace en Mérida
1937. A los dos años sus padres regresan a su pueblo natal, Tomelloso y en el crece y se hace hombre Félix Grande Lara
rodeado de toda su familia manchega. Conoce a Francisco García Pavón y a Eladio
Cabañero y empieza a escribir. La investigación sobre la guitarra y el flamenco
es junto con la poesía dos temas por el que se le reconoce su valía de escritor
además de la narrativa y el ensayo. Casado con la escritora Francisca Aguirre tienen
una Hija Guadalupe Grande Aguirre, también escritora. Se traslada a Madrid y allí conoce a su
esposa. Dirigió la revista literaria
Cuadernos hispanoamericanos, entre sus
premios consiguió el Adonáis, iniciando con este reconocimiento su carrera
literaria. En 1978 recibió el Premio Nacional de Literatura por Las rubáiyátas
de Horacio Martín. Su obra ha sido traducida y es una figura emblemática de la
literatura española. Ha muerto hoy 30 de enero de 2014, será enterrado en Tomelloso.
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