jueves, 30 de enero de 2014

Con un rumor de nieve se ha ido Félix Grande


Reabro el umbral de lo oscuro por donde las estaciones  no saben de lamentos y cerrando la indulgencia de la infancia de ayer, pongo sobre el blanco del día la negritud del luto que nos deja la muerte.
Ha muerto un poeta. Se nos ha ido en enero  dentro de la dehesa del frío y el granizo, con un manto de nieve sobre amplias besanas, y nos queda sobre el frío asfalto la máscara del miedo. La de ignorar si luego se irá apagando su grito, y su voz, y su verso, y su tiempo de hombre por esta geografía que cruzó de un ángulo a otro ángulo, de ciudades y barrios con sustancia de pueblo: humano para su desventura y también para la nuestra. Esto es vivir, encender los recuerdos y cerrando los puños enterrar a los muertos.

Me lo ha dicho mi hija a través del teléfono, con voz incrédula y triste. Ha vuelto a llamarme y consternada ha vuelto a repetirlo; mamá, mamá ha muerto Félix Grande. El silencio ha caído  solemne sobre él. Como cae la palabra cuando nadie la escucha. Hace años, muchos años, yo le hice una entrevista y al preguntarle sobre su fama adquirida él, mirándome a los ojos me dijo imperturbable: Quien sabe, quién mañana será recordado.  ¿Acaso los poetas que escribieron sus versos hace cien, doscientos, trescientos años, los que en su tiempo disfrutaron de fama ahora se les recuerda? Yo me quede mirándole y dije algunos nombres de los poetas clásicos… y él me dijo sonriendo. ¿Y los otros, los que sí escribieron y  tú no los pronuncias?  Aprendí la lección. Fue una lección llena de sabiduría. Félix Grande no se irá de la vida siempre que sus libros se lean. Ese es su patrimonio y también lo es nuestro. Y el poeta, el flamencólogo, y el conferenciante, el escritor curtido en el surco del libro, sabía que la aurora es hermosa cuando envueltos en su luz ojeamos los libros. Los libros han sido su andadura, y también las palabras formarán su epitafio.

Mañana, vendrá a presidir el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Tomelloso, así me lo ha dicho el alcalde. Y de nuevo en el salón silencioso flotarán las figuras de Francisco García Pavón y la de Eladio Cabañero; compañeros de letras, polvo ya del pasado al que siguen llegando al hojear sus libros. No se han ido del todo, por aquí se les nombra y se les quiere como algo muy nuestro. Eran un triángulo de ases  al amparo del verbo enlazando metáforas, sarcasmos y sentencias, versos de amor y fuego. Versos clamando algo, justicia, libertad, rabia, desigualdad… y amor bramando vida.

Se nos ha ido el poeta llamado Félix Grande, pronto, y sin que apenas nos hayamos enterado de que estaba malito. Sí, malito, como dicen los niños  de por aquí cuando les duele algo. Y a nosotros nos duele  su marcha y su abandono de esta tierra inhóspita en tantas ocasiones, pero que nos regala a personas geniales, y por eso no nos gusta que nos dejen, ni que envejezcan, ni que se marchen sin saber que han estado malitos. Félix no quería el olvido. No lo queremos nadie porque cuando sucede, entonces, es cuando de verdad morimos y nos vamos.

Si todo es como me han dicho mañana, reposará junto a sus muertos. Y no serán dos días decretados de luto en su honor. Cuando las ceremonias oficiales terminen, en ese camposanto enjoyado de frío sentiremos el luto, porque se nos ha marchado con un rumor de nieve, quizá porque la nieve es blanca y estamos en enero cuando el cielo nos parece más alto y es más bello. Nos deja su obra, y se queda encerrado en el  corazón del pueblo vinatero, en el que aprendió a vivir, a sentir y a latir como hombre y poeta, aunque después se fuera. Ahora vine para quedarse a pesar de que sus libros seguirán viajando por extensas laderas de ciudades lejanas.
Descansa en paz Félix Grande Lara: Y gracias por habernos dejado tu belleza interior, en palabras. Gracias por venir a tu pueblo.

                                                                                                       Natividad Cepeda
Publicado en Mancha Información 
Diario Lanza Ciudad Real                                                                                                         

            
El poeta Félix Grande Lara nace en Mérida 1937. A los dos años sus padres regresan a su pueblo natal, Tomelloso  y en el crece y se hace hombre Félix Grande Lara rodeado de toda su familia manchega. Conoce a Francisco García Pavón y a Eladio Cabañero y empieza a escribir. La investigación sobre la guitarra y el flamenco es junto con la poesía dos temas por el que se le reconoce su valía de escritor además de la narrativa y el ensayo. Casado con la escritora Francisca Aguirre tienen una Hija Guadalupe Grande Aguirre, también escritora.  Se traslada a Madrid y allí conoce a su esposa. Dirigió la revista  literaria Cuadernos hispanoamericanos, entre  sus premios consiguió el Adonáis, iniciando con este reconocimiento su carrera literaria. En 1978 recibió el Premio Nacional de Literatura por Las rubáiyátas de Horacio Martín. Su obra ha sido traducida y es una figura emblemática de la literatura española. Ha muerto hoy 30 de enero de 2014, será enterrado en Tomelloso.




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