Contemplo Úbeda alzada en su belleza.
Úbeda late
bajo piedras sagradas.
Hay ciudades
que esperan, posadas en su altura,
para mirar
los astros y levantar el vuelo.
Hoy contengo
mi aliento para ver que se oculta
detrás de
cada piedra, a través de la luz
en las
orillas últimas, lentas de cada arista
que guarda
entre sus piedras el paso de los días.
He llegado
empujada por la magia invisible
de templos y
palacios y también porque siento
la llama del
amor. Hoy Úbeda me cerca.
Aquí están
sus caminos y también mis fronteras.
Vengo a San
Miguel, admiro su hermosura,
el delirio
que esconde su música callada,
la quietud
del Carmelo, melodía de Dios,
el paso de
los siglos impreso en cada piedra.
La vida en
estos muros es canto renovado,
el gozo
permanente de labios invisibles,
sombras que
sedan cita por todos los caminos:
Eje de la
espiral del círculo infinito.
No es fácil
escuchar lo que no tiene voz
ni percibir
el rezo de aquello que se aleja
del mundo y
le complacen los besos de la lluvia.
Tiene este
convento sabor a muchedumbre.
visitantes y
monjes, un latido de vida,
la historia
del pasado junto a la vida nueva
con mis
pasos más humildes que nunca.
Llego con un
legado de amor sin condiciones;
amor hacia
un poeta, Juan de Yepes, en principio
para el mundo,
sin límites de amor, Juan de la
Cruz ,
hombre
místico que estudia los preceptos de Dios.
La sangre
sin amor nunca tiene sentido
es sólo un
caladero sin olas y sin barcas.
Vengo a San
Miguel porque llevo en el alma
a un santo
castellano al que todos alaban.
Fontiveros
es orgullo del alma castellana
con el
deslumbramiento del sol en primavera.
Nadie puede
escapar a su encanto y linaje
ni a su
vieja leyenda de nobleza certera.
Hay que
llegar a él sin prisa ni equipaje,
sólo con el
camino colgado en la mirada,
con todos
los sentidos de par en par abiertos
metiéndose
en el alma sus iglesias y muros.
Muchos
siglos de historia del fraile carmelita,
con su
oración en pie cruzan hoy las estrellas,
pero siguen
aquí, luz de San Juan de la Cruz ,
como el eco
mundial de la fe que me hermana.
Visito
Fontiveros y Úbeda porque Tú, Señor,
así lo
preferiste, lista para escucharte
a través del
silencio de pueblos y plazas,
donde tu
magnitud se muestra y permanece.
Oírte es el
sonido de voces que nos hablan
del pan de
cada día, de elevar rogativas,
por las
calles desiertas a la sombra de templos
por donde
las campanas esparcen su llamada.
Por las
calles escucho el gorgojeo de los trinos
de pájaros,
voces entrecortadas, pisadas
que se
cruzan entre sí. El día me ha traído
hasta San
Miguel para orar junto al Santo.
La vida es
el prodigio fugaz de cada instante.
A través de
la puerta del oratorio veo el sepulcro
llamando a Dios
a través de sus versos.
Son poemas
de amor de todos conocidos,
y siempre
nuevos para mi. La gente ignora
que me llevo
sus ecos, su perfecta metáfora
junto al
bello recuerdo de este día emotivo.
Todo a mí
alrededor tiene aroma a oración
en Úbeda,
ciudad donde el santo murió.
Aunque
parto, dejo aquí, para siempre,
mi corazón
amante por San Juan de la Cruz.
Natividad Cepeda
Poema del
libro “Camino de amor” finalista del premio Mundial de Poesía Fernando Rielo
2011
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