Amanece dejando en el cielo
el último resplandor del lucero del alba. Por la calle se escuchan pasos y
trajín de ir y venir de gente y de coches. En verano, sobre todo en los fines
de semana, al amanecer, rezagados y con aire de cansados los grupos de jóvenes
regresan de vivir la noche. Las chicas, muchas de ellas andan descalzas
llevando en sus manos los altos zapatos de tacón. Con zapatos y sin ellos son
bellas mujeres a pesar de las ojeras y el aleteo del sueño meciéndose en sus
parpados. Pero esta madrugada los pasos de los callejeros suenan diferentes.
Son pasos alegres, ligeros y diáfanos como queriendo llegar cuanto antes a su
destino. En la calle algunas golondrinas que aún no han emigrado pasan veloces
por la franja del cielo azul de la calle. Es 15 de agosto y Tomelloso se
remueve al son de las fiestas anuales de la feria. Las vacaciones de los
tomelloseros, mayoritariamente se cogen para la feria. Es un descanso deseado.
Los más atareados son los agricultores con la premisa del melón y la
preparación de la vendimia, pero también la festejan a pesar de madrugones por
la faena y en muchos casos, demasiados, por los robos en pozos y motores,
melonares y aperos de labranza que para los dueños de lo ajeno de todo lo
robado se saca euros.
A lo lejos se empieza a
escuchar rumor de voces: voces en gorjeo humano, sin estridencias y al son de
las voces tintineo suave de campanas mecidas al donaire del un suave balanceo.
Luego, de pronto, rompiendo la fresca mañana suenan trompetas
y tambores anunciando la entrada de alguien importante por las calles
del pueblo. La comitiva se adentra rápida por la calle Socuéllamos, y a la
mitad de la calle un hombre se adelanta con paso rápido a los demás… Se
apresura, con gesto embriagado y satisfecho prosigue hasta llegar a la iglesia
de la plaza. El templo de la Asunción de Nuestra Señora ya está repleto de fieles, repican las
campanas de la torre mientras vuelan los gorriones por árboles y el redondel exagerado
de la fuente, acercándose poco a poco el murmullo de voces de la comitiva. A lo
lejos se divisa la Señora portada por sus hijos.
Las andas plateadas relucen
con la luz de la mañana. En el templo iluminado espera el sacerdote la entrada
de la Señora, ha caminado con ella desde el Santuario de Pinilla y por si acaso
le fuera a faltar tiempo se ha ido adelantado para esperarla dentro del templo;
don Matías Rubio Noblejas la conoce desde siempre, argamasillero de nacimiento
con raíces tomelloseras, por aquello de tener abuelos comunes y por la cercanía
de ambos pueblos. Apenas en sus labios se esboza una leve sonrisa, aunque sí son sus ojos los
que le delatan el amor a la Madre de Dios en cualquiera de sus advocaciones.

La feria se sustenta en Ella,
al margen de la corona y el manto, lo importante es verla con el niño chiquito
y chatejo, sosteniendo, cada uno de ellos, en sus manos los racimos de uvas
blancas y negras. Dios es así, cercano y
sencillo y por eso nos acogemos a su
misericordia cuando nos quedamos sin puerto ni barcos donde anclar nuestros
anhelos. Lo demás se ha ido cambiando, el ferial de lugar, los alcaldes de
signo político se suceden, las modas en elegir reina y damas posaron a llamarse
madrinas y se quitan cenas de gala o se vuelven a programar con pretextos diferentes
porque no es fundamental para que se celebre la feria.
La miro pasar delante de mi
casa y pienso, que al margen de la historia escrita hay otra historia que
subyace en el alma por encima del tiempo.
La fe es intangible, es una
emoción inenarrable, es la confianza que nos signa cuando imploramos ayuda y
protección, incluso cuando la fe nos falta.
Miramos al cielo y nos
sentimos pequeños. Virgen de las Viñas: Virgen de Agosto, patrona de mi pueblo y de otros
muchos pueblos, puestos bajo el cobijo de tu manto y de tu hijo; Reina de la
Feria con corona y cetro que no necesitas, que te coronemos para verte hermosa,
bella y soberana, madre y compañera de todas las madres del mundo; Señora del
cielo, protege los campos y que la cosecha de la vid, llegue a los lagares por
eso celebramos feria, lo demás son modismos, traca de un momento. Polvo del
recuerdo.
Natividad Cepeda
Publicado Diario Lanza 23/08/2013