jueves, 18 de julio de 2013

Cármenes

                                                   
 Vienen desde el pasado las mujeres que he conocido con el nombre de “Carmen” Llegan con la cabeza alzada, sin trompetas que anuncien su llegada, pero firmes con su cetro de roca aromado de flores.


Es julio y hace calor en Tomelloso. Vuelve la calima a dejar en la sombra su hoguera de láminas de fuego y es tanto su calor que hasta las piedras se calcinan al bode de los caminos sedientos y agotados de  este calor de julio.

La primera mujer que yo recuerdo con el nombre de Carmen estaba iluminada en su trono de flores. Tenía la expresión dulce,  serena, y junto a ella, cogiéndome mi mano de niña muy pequeña, estaba tía María con la mirada alzada al rostro iluminado, con mirada extasiada llena de fe y entrega a la Virgen del Carmen en el oratorio precioso de su casa.
En mi calle, al lado de mi casa habitaban dos jóvenes mujeres con el nombre de Carmen, y en otra calle cerca, había otras dos Cármenes…

Era un nombre común sin pretensiones, apenas si alguna sabía lo que significaba; lo único importante era que se llamaban así por la abuela, una tía, su madrina de pila de bautismo, o porque a la hora del parto su madre se había encomendado a la Virgen del Carmen la que salva las almas de todos los fuegos existentes e imaginarios. Y luego estaban las niñas como yo que se llamaban Mari Carmen y Carmina.  Y  la canción de Maricarmen del Dúo Dinámico, al que jamás vi actuar porque cuando vinieron a Tomelloso mi prima Maricarmen y yo, intentamos colarnos porque no teníamos dinero para la entrada, y nos salió tan mal que hasta nos perdimos la entrada y la salida del teatro Cervantes que fue donde actuaron.

Décadas después las niñas se llamaron Carmen María, Carmen Pilar, o Carmen Marta…  Un nombre de mujer, casi siempre.

Una noche de primavera conocí a Carmen Conde. Llegó a Tomelloso vestida de traje gris  de chaqueta y falda y camisa blanca.  El pelo rizado, gris y blanco, recogido en un moño italiano; cogida a un bolso negro, y calzando zapatos negros de tacón bajo. Apenas si recuerdo la conferencia que impartió en la Casa de Cultura dentro de las jornadas de Poesía Española, organizadas por el Grupo  Artístico y Literario “Jaraíz” bajo la dirección de Valentín Arteaga, al que yo pertenecía. Al concluir una cena nos esperaba.  Yo no podía asistir a la cena  por lo que acompañé al grupo a tomar una cerveza o un zumo antes de cenar.

Cuando llegó doña Carmen Conde, la saludé después de las consabidas presentaciones, pero fue en la terraza del restaurante Plinio donde me hizo un hueco para que me sentara a su lado. Era directa en sus afirmaciones, contundente y certera en sus opiniones; segura de sí misma, algo distante, si el conversador de turno no le interesaba lo que decía, pero brillante en su disertación. La tertulia estaba animada bajo el cielo sereno de mayo por lo que la noche invitaba a cenar y a conversar largamente. 
Miré mi reloj y me disculpé por tenerme que marchar, había iniciado un movimiento para levantarme y Carmen Conde me lo impidió enérgicamente. Me disculpe alegando que no podía quedarme, y ella en tono despectivo me dijo que si no quería quedarme para que la había acompañado. Los demás la siguieron para evitar mi marcha, apoyando sus palabras. Volví a disculparme con ella e inicie mi retirada confesando, tímidamente, que me esperaban mis tres niñas para dormirse.

 Su mano me presionó el brazo mientras clavaba su mirada en mis ojos: Sonrío y suavemente me hizo volver a sentarme a su lado mientras les decía a los demás que  yo hacía muy bien en irme y no perder el tiempo con todos ellos. Fue entonces cuando me dijo que ella había perdido a su hija con tres años y que si la tuviera nadie la apartaría de su lado. Luego abrió su bolso de piel negra y del fondo de aquél pequeño baúl, extrajo un billetero y puso en mi mano una de sus tarjetas de visita y me hizo prometer que la visitaría. La Ilustre Académica me contó como era su niña y como a pesar de haber transcurrido los años ella la recordaba a diario. Me aconsejó no regatear el tiempo a mis hijas, porque el tiempo es fugaz y efímero y nunca se puede volver atrás.  Me hablaba como si sólo estuviéramos las dos a solas… Fue entonces cuando  admiré  la fortaleza de aquella mujer llamada Carmen  Conde, que a pesar de tener encanecido su pelo seguía siendo joven recordando su maternidad perdida.

Cármenes de ayer y de hoy. Mujeres poetas y mujeres anónimas.


Hoy por esas casualidades he tenido entre mis manos el libro “Sublimación de las sombras” escrito por María del Carmen Matute, publicado en la Colección bibliográfica  Manxa con el número 21 por el Grupo Literario Guadiana de Ciudad Real, y curiosamente  en la primera parte   bajo el título “Tu luz sublima mis sombras”, debajo se le, “Dedicado a mi hijo Carlos” Son cuatro poemas del libro preciosos y auténticos de la mujer que narra con la belleza poética su experiencia de madre y su espera hasta ver al hijo en sus brazos.  Antes de nacer le dice, y así lo escribe. “Mi existencia total/ en ti se justifica/ y a través de tu ser, / no realizado aún,/ alcanzo lo Absoluto.” Hermoso libro que tengo subrayado en varios poemas y que se cierra con un poema definitivo: “Cuando te pregunté:/ -¡Por qué Dios Calla?/ Esta fue tu respuesta:/ El lenguaje de Dios/ es la belleza.” 
María del Carmen Matute  Rodero, dulce en su mirar y en su decir, sin que esos atributos le resten fuerza serena en sus convicciones y en su quehacer literario y personal.  Con su sonrisa a flor de labios como el jaramago y la azulada flor del romero, no ocupará un sillón de la Real Academia   de la Lengua Española, más si tiene la fortuna de estrechar a sus hijos y dejar en sus frentes un beso de amor.

Cármenes de múltiples historias en tierra adentro y en tierras de mar y barcas en barrios de pescadores. Cármenes a las que no las quiebran los fracasos de la vida.
Queda tanto por decir que  con recordar y mirar hacia adelante sin olvidar el pasado seguirán creciendo en los vergeles del mundo muchos otros cármenes cuidados por manos de mujer.



                                                                                                         Natividad Cepeda

  Publicado Diario Lanza  18/7/2013                                                                                                                                                                                  
Arte digital: N Cepeda

Fotografía: Escultura en Cartagena de Carmen Conde del escultor Juan José Quirós 2007



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