Alguien
entre rendijas murmura una oración.
Acaricia
el crepúsculo plumaje de palomas
frente
al color escarlata de la tarde.
Sobre
mi cabeza hay un trémulo concierto
de
jilgueros en el templo dorado de la tierra.
Revela
el atardecer del día sombras viajeras
sobre
hazas, caminos y ciudades.
Apenas,
la luna, es espuma de nata
sobre
el azul del cielo, cuando por Almodóvar
parece
oírse a Juan de Ávila asegurar
“las almas se ganan
de rodillas”;
fe
de amor que movió su montaña
por
encima de siglos y de gentes.
Se estremece la Historia al eco de sus pasos.
En
acordes de místicos, nos parece escuchar
sus
consejos, a Teresa de Cepeda
y a Ignacio de Loyola: rebeldes con el mundo
y
fieles a Dios; la única verdad que los
sostuvo.
Solemne
peregrinan a la Casa del Santo
suave
luz de estrellas. Quieto, un gorrión,
reverencia desfile inmediato de luceros
ignorando
el ruido de la calle.
Duerme
Almodóvar del Campo
mientras
pasea por el pueblo eterna misericordia
de
uno de sus hijos, nacido para el cielo.
Poco
a poco se borran los contornos de las cosas
y
se adueña en los árboles la quietud.
En
los jardines públicos apenas hay otro sonido
que
el de la oración callada, y en silencio
cruzando
imperturbable, todavía, Juan de Ávila,
España,
necesita ser evangelizada.
Pobres
todos nosotros sin deseos de que tu espíritu
nos
cubra con tu aliento. Pobres, por no llamarte
para
que regeneres nuestra vida vacía de valores.
Tu
monumento humano lo hiciste de palabras
de
amor, de sencillez y generosa entrega a base
de renuncias. Escruto esta vieja armadura de mis
huesos
mientras
te busco en tus escritos. Eslabón que me
une
al
reflejo del sol en los sembrados, y a la paz de la espiga
frente
al destello de la luna en pueblos y olivares.
fue lámpara exenta de rencor a pesar de agravios
y
ofensas recibidas. Hoy cruza en el presente tu mensaje,
actual
y vigente, por los ordenadores del siglo veintiuno
porque la muerte no pudo apagar tu luz.
Siento el dedo de la noche sobre mí, sin desvelarme hacia donde
Siento el dedo de la noche sobre mí, sin desvelarme hacia donde
iré
en el futuro: pido que mañana, cuando cruce esa orilla
habitada
de sombras, en el meandro de mi río
tus
enseñanzas sean mi guía, Juan de Ávila,
corazón
varado en el amor de Dios eternamente.
Desnudas
mis pupilas peregrinan en busca de tus pasos.
El
tiempo es ensueño por el que salimos a tu encuentro.
Natividad
Cepeda
Publicado en el
Periódico Iglesia en Almodóvar
Accésit
Certamen Poesía Almodóvar del Campo 2012
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