martes, 20 de marzo de 2012

FRANCISCO CREIS CÓRDOBA CONSUMACIÓN DE LA PRIMAVERA


                                                                                     Recordando a Paco Creis
                                                                                     poeta y mecenas de la poesía,
                                                                                     a su fiesta de la primavera
                                                                                     en su casa de la Cárcel Vieja
                                                                                     de Valdepeñas. Con mi gratitud
                                                                                                               
                                                                                                                                                                                                        


         En la Mancha la primavera es una pasión de luz y de color. Es cuando el nacimiento de la vida se afirma y la creación vuelve a resurgir ante nosotros con toda su seducción. Para esta aprendiz de la palabra y la escritura, la lengua materna y su expresión es una pasión constante y única. Sin la palabra la poesía no tendría cabida en las artes; y sin la poesía jamás hubiera conocido a Francisco Creis Córdoba.
 Durante años, invariablemente a los poetas nos llegaba una invitación del Presidente de la Asociación Amigos de Juan Alcaide, Julián Creis Córdoba, a participar en La Semana de la Poesía y de la Primavera., lugar: sede de la Asociación, calle Cárcel Vieja, 12, en Valdepeñas. Y allí nos recibía Paco Creis con su voz de tierra, y su ágil pensamiento, que sin esfuerzo nos dedicaba frases a la medida de los que íbamos llenando el patio señorial de su casa.
       La primavera desde hace años tenía ese pórtico entrañable de la casa de Paco Creis y cuando por causas mayores no me era posible asistir, sentía que algún ropaje floral me faltaba de la primavera.
Este año de 2003 a la casa emblemática de Valdepeñas le ha faltado su dueño. Fuimos llegando los poetas y los amigos, entramos al zaguán, nos sentamos en  el patio y todo estaba igual; la galería, los cuadros, las macetas con sus plantas, el sol que se colaba desde arriba a través de la cúpula de cristal, la mesa con el mantel y el micrófono, el atril al lado dispuesto para los que nos atreviésemos a leer... La puerta de la calle abriéndose y cerrándose en pequeños espacios de tiempo, los saludos a los amigos, Maruja, Julián, Matías Barchino, Emilio Ruiz  Parra y Franca, Aurora Gómez Campos, Jerónimo Calero, Antonio García de Dionisio, María Luisa Menchón, Pilar Martín de Pozuelo, Nieves Fernández, Eugenio Arce Lérida, Esteban Rodríguez, Isabel Villalta, Teresa Sánchez Laguna, Nicolás Del Hierro con  Ana, su esposa. Isabel del Rey, Jesús Lara Serrano, Victoriano González de la Aleja, los amigos de los componentes de la Tertulia A 7,-los que quedan- Manuel Velasco, Pepita... y muchos otros amigos valdepeñeros  y de otros pueblos que fieles a la cita con la primavera fuimos ocupando las butacas en el patio.

No se leyó como es habitual en esa celebración un poema de Juan Alcaide. Esa mañana Julián Creis Córdoba explicó que la IX Semana de la Poesía y La Primavera era un Álbum Poético en Homenaje al desaparecido Francisco Creis Córdoba. En su memoria se leyó uno de sus impecables y bellos sonetos.  La mañana entonces, se quedó inútil, porque el sol no derramaba suficiente luz sobre la Mancha y Valdepeñas.    
   
      Nicolás del Hierro fue el primero en leer y en denunciar que allí, en aquella casa y en aquél día, faltaban muchos amigos que, ingratamente, no habían acudido a la cita.   Se acurrucó la mañana entre las columnas de piedra del patio mientras los minutos se fueron muriendo sin sonrisa y algo irreparable, parecido a un dogal me oprimió el espíritu. Sentí a mí alrededor una tristeza geográfica, como si en cada sitio de aquella casa faltara el aire.  Fue como si en aquella mañana las semillas que germinaban se desvanecieran y la máquina del tiempo, injusta, me restara el tiempo que ya nunca más volvería.

      Leímos. Leíamos poemas en recuerdo de Paco Creis, y las palabras eran húmedas, y los ojos estaban turbios porque en el horizonte de la mañana y en el mapa del pueblo, ya no veíamos al amigo entre nosotros.
Terminó la lectura y con ella la consumación de la mañana. Nos fuimos unos pocos a comer, como en otros años, al Mesón del Cojo. Ninguno dijimos nada de lo que allá dentro del alma, escondida como una mortal herida teníamos. Luego nos despedimos y salimos por diferentes carreteras de regreso a nuestros puntos de destino. La tarde con su cántico de primavera fue dejando su signo en el paisaje, y en ese territorio inmaterial del sentimiento volvió Francisco Creis Córdoba abriendo los postigos del recuerdo.
Volvió con todo su equipaje humano a borbotones, con sus repuestas rápidas y contundentes, con su generosidad de singular mecenas, con su pasión de amor por la poesía, con la apertura de su persona y de su casa, de su pueblo, de su vida, de su muerte en enero y de su renuncia a descansar en suelo manchego por amor a un amor más fuerte que la simbiosis de la muerte y la vida; su esposa, su amor de toda su vida...

Sé que hoy es primavera y que en ella, aunque marque el número de un teléfono ya jamás volverá a contestarme la voz peculiar y fraterna de Paco. Su voz vital de tierra fuerte y dura como la tierra manchega. Su voz invitadora que acercó a Valdepeñas a tantos hombres y mujeres con la palabra y el lenguaje como único equipaje. Su voz que hablaba de Juan Alcaide y que lo mantuvo vivo a pesar de que alguien escribiera de él, que era un poeta de pueblo, en tono despectivo. Como si los poetas de los pueblos no cupieran dentro del circular devenir del milagro del lenguaje y la creación.

Paco y su voz varonil que se había vuelto  débil, porque batalló con la muerte en favor de la vida hasta que no pudo más.
Paco, disculpador, cuando yo me disculpaba por llamarlo en los últimos meses de su vida.  No, no me molestas, al contrario llámame, repetía siempre, y  me decía que la mía, era una voz muy querida, y que cuando él, ya no pudiera  seguir hablando por causa de su enfermedad, apagaría el teléfono.
Esa voz que es ahora silencio, punto final de una etapa, de la vida de un gran hombre poeta y soñador, quijote de esta tierra que sentimos cerca a pesar de la lejanía de la muerte.
Lo sentimos, lo siento, de la misma manera que se siente crecer la siembra y nacer los tallos en las viñas; viñas que él tanto amó. Amor del mismo modo y manera que se crea un verso para alojarlo en un libro, así sentimos la marcha del amigo. Un libro al que acudiremos, cuando hayan pasado muchas primaveras, para que así Paco, resurja y vuelva consumado en ella y en sus versos. 
Y por ella, la palabra regrese a otros labios, a otros ojos, a otros corazones...

       Paco Creis, llamarte amigo y conocerte ha sido y es, un privilegio, un regalo que la vida me dio. Perderte, es como tú muy bien has dejado escrito, "es la hora final de la verdad". Esa verdad que se llamó Valdepeñas, y a la que nos llevaste hasta después de tu muerte a vivir la primavera sin ti, pero contigo en la poesía. hoy casi igual que ayer.
Mañana cuando regresen otras primaveras y en el transcurrir de los años estas palabras sean sólo olvido. Mañana, yo deseo que tu palabra hermosa y verdadera con la que compusiste tus  sonetos, vuelva a ser leída en Valdepeñas.  Mañana, cuando tu  existir sea perfil del día y cáliz del los estambres de la flor del almendro.
                                                          -----------
Hoy nueve años después de tu partida  sigo sintiendo que a esta primavera de 2012 le falta tu presencia y tu ímpetu de generar amistad alrededor de la poesía. Pero, sabes, Paco, los almendros siguen floreciendo y al verlos en todo su esplendor te evoco porque siempre seguirás unido a los brotes nuevos de cada primavera de mi vida.

                                                                                                 Natividad Cepeda




 Dibujo: Natividad Cepeda
            

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