Al otro lado del espejo me mira una muchacha.
Tiene el cabello largo y unos ojos inmensos.
Lleva entre sus labios mil canales turbadores de
fuego.
Me mira con su cuerpo desnudo y una suave piel
sonrosada. Sutilmente las gotas le resbalan.
El baño le ha dejado un rocío caliente y perfumado.
Blandamente del pelo chorreante le cae sobre los
hombros
el agua como lluvia de jungla entre vapores.
Se contempla y no se reconoce.
Con sus manos y brazos como a modo de embozo
se tapa todo el pecho. No le gusta mirarse.
se cubre con albornoz granate y vuelve
a secarse con
una toalla el cabello.
Con sus pies desnudos se sienta en el borde de la
bañera
y se queda con un aire secreto convertida en
estatua.
Canastillo redondo son sus manos unidas.
De repente su rostro me interroga y me mira.
Altanera, se yergue, así, semidesnuda
y con pujante fuerza con sus ojos pregunta:
¿Cuántos años pasaron con su grito en mis huesos?
Impasible le desenredo con un peine el cabello.
La rosa de los vientos se ha llevado tus años,
pero aún tus axilas
tienen negro su vello.
Los años tatuaron tu rostro y tu cuerpo,
pero no tu mirada arbolada de ensueño,.
La muchacha se borra entre el vaho del espejo
y dos lágrimas se deslizan por su cara
y en el pecho se detienen calientes.
Como dos caracolas en el pezón se duermen.
Premio Ciudad de Chinchilla de Montearagón (Albacete)
Incluido en el libro Palabras desde el silencio.
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