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martes, 15 de agosto de 2023

 ASUNCION DE MARIA EL NOMBRE DE MI MADRE                   




Surge la Creación con mi asombro al ver luz 

sobre las aguas. Las contemplo sintiendo 

que en su espejo este quince de agosto

en mitad del silencio se eleva la plenitud 

etérea del rostro de mi madre… 


Y me quedo callada y en mi misma entregada 

a la mujer que un día me llevo en su entrañas. 


Su recuerdo me traza la cruz sobre mi frente 

y como si la brisa fuera ella  desciende 

suavemente su voz orando con el mismo rosario 

de negro azabache que heredó de su madre. 


El agua de la laguna Blanca es espejo 

donde el cielo se mira en profundo silencio. 


Cuantos años celebrando la fiesta de mi Virgen, 

María en Asunta a los cielos; Asunción de María, 

el nombre de mi madre y  hermana, heredado 

de aquella bisabuela que conocí de niña. 


En las hondas del agua llegan voces amadas… 

Caudal de mi esperanza este quince de agosto

sagrado en mi memoria. Fundido en la génesis 

de una larga familia de mujeres guardesas 

de un legado de fe trasmitido a lo largo de siglos. 


Dolientes silenciosas, luchadoras tenaces…


El tiempo es tan corto que se escapa del cuerpo

como el agua ignorada de esta laguna Blanca 

camino de Ruidera. Mujeres de mi tierra 

aquellas que llevaron en sus manos la estirpe 

que hoy es mía. Las llevo fundidas en mi piel 

y en mi sangre cuando saludo al día 

                          rezando como ellas lo hicieron.


Me arrodillo y mojando mis manos en el agua

las bendigo en silencio. Al hacerlo un soplo 

de las profundas aguas humedece mi cara

y siento que todas ellas me bautizan de nuevo. 



Natividad Cepeda © 2020 Todos los derechos reservados


Mi bisabuela materna por parte de madre se llamaba Asunción Cepeda García: su hija pequeña se llamó Asunción Grueso Cepeda. La mayor de su hijo José se llamó Asunción. La tercera hija de su hija Florencia se llamó Asunción. La segunda hija de su hija Ricarda (mi abuela) se llamó Asunción (mi madre) Mi hermana segunda se llama María Asunción y cada una de las otras Asunciones tienen hijas con el nombre de Asunción. También lo llevan una hija de mi tía Pilar, hermana de mi madre y una hija de José María hijo de Asunción Grueso Cepeda. Cuatro generaciones  recuerdan con su nombre a la Matriarca de la familia y siguen llevando ese nombre algunas otras tataranietas . A las mujeres de esa familia; a la que pertenezco, se las conoce con el sobre nombre de "Las Niñas Bonitas"- Siendo compartido con orgullo por hombres y mujeres de la misma familia.  

Se da la circunstancia de que mi abuelo paterno, José Cepeda, era primo en cuarta generación  de mi bisabuela Asunción Cepeda por lo que el apellido Cepeda lo llevo por vía paterna y vía materna.  

Por todo ello este poema dedicado a mi madre también es recuerdo y reconocimiento a todas las mujeres de la misma familia a la que pertenezco. Por lo que cada 15 de agosto en la festividad de la Asunción de María Santísima a los cielos es día de felicitación para cada una de ellas y de oración por las que nos esperan en el cielo.



lunes, 5 de octubre de 2020

Lo que permanece velado en la Laguna Blanca

 

 

Cuanto más  alcanzo la cumbre de mis años más me pregunto sobre lo que me rodea y su maravilloso milagro.  Intento descifrar ese misterio que, a pesar de la actualidad encubridora de la magnificencia de la naturaleza, no relega a vivir de espaldas a ella en cualquier parte del mundo aislándonos de esa esencia primera de la creación que es de donde provenimos.

Las corrientes de nuestra sociedad están fundamentadas en la técnica y en los medios informáticos tan carentes de humanidad y de principios, por lo que cultivar el pensamiento no es la perspectiva  relativa a lo que se debe mirar. Pienso que por esa causa la sociedad actual camina incompleta al olvidad ese pasado del que venimos que nos vincula al pasado que hoy despreciamos. Es por ello que sobre nosotros hay una profunda sombra de barbarie, y aunque es imprecisa esa sobra, la conquista del espacio social no satisface lo suficiente para deshacer las sombras que yacen semicultas en rededor y que casi nadie quiere ver.

Soñamos, sueñan las personas, con hacer viajes programados desde ese turismo social que nos señala el camino a seguir coartando nuestra decisión personal y, dejando en la mochila del camino, olvidados parajes cercanos de belleza absoluta, muy desconocidos para los más cercanos de sus lugares de residencia. Parajes de lejanos siglos que permanecen a nuestro lado con su carga de misterio y tan sagrados que invitan al recogimiento cuando se llega a ellos.

Parajes donde se intuyen que allí si es posible que habiten seres de fábula. Seres relatados en leyendas antiguas primero, después en cuentos  escuchados a la luz de las hogueras de la lumbre familiar, y más tarde en libros que sacados de ellos  los vimos en las pantallas del  séptimo arte, que es el cine.  Y ahora de esos remotos tiempos  la televisión y el internet se nutren para mantenernos alejados de los lugares donde aún siguen existiendo.

Pertenezco a una tierra pobre, porque pobre son sus pueblos. Pertenezco a una porción de meseta alzada a la intemperie de la llanura inmensa plagada de restos arqueológicos, que casi nadie conoce, y mucho menos cuida y protege. Desciendo de antiguas curanderas que conocían los beneficios de la naturaleza, sus propiedades curativas y también el respeto que se debe a las aguas que brotan de las rocas, al árbol que nos da sombra y frutos, y  al sonido del viento cuando anuncia hechos que hay que mirar con cautela porque jamás sabemos que nos depararan. Ignoro casi todo de ese mundo oculto pero percibo algunos hechos que me callo para no ser perseguida como lo fueron en el pasado muchas otras mujeres.

Hay un lugar alejado de las autovías  que emana algo impreciso y a la vez cargado de misterio cuando se llega a él. Para percibir  esa  magia irreal y misteriosa hay que dejar que el aire nos envuelva.  Olvidar el estrepito que nos rodea y escuchar las voces del agua y de los matorrales, cañas y carrizos, enebros y encinas que rodean una laguna aislada.

La laguna se llama “Laguna Blanca”, se la presenta como la primera de las lagunas del conjunto lagunar de Ruidera. Ese paraje al que se alude como totalmente mágico en el libro de Don Quijote de la Mancha, escrito por Miguel de Cervantes, hace siglos. Está dentro de ese Campo de Montiel, de históricos acontecimientos, espacios arqueológicos olvidados y relegados por los mandatarios que lo han dejado a un lado impidiéndole prosperar al sumirlo en la despoblación sin importar nada a los señores del poder.

La Laguna Blanca refleja el azul del cielo en sus aguas de lecho blanco. El aire  riza pequeñas ondulaciones en su superficie, y en mitad de ese espacio, al agitarse las ramas de los árboles se perciben sonidos, voces difusas, que se dilatan en el espacio y que asustan si se permaneciera allí de noche. Vuelan aves y entre las piedras calizas se escucha el rastrear de pequeños seres ocultos a la mirada.  Los troncos los hay retorcidos, enmarañados como si en ellos habitaran las anjaras o anjanas, que permanecen para proteger a la naturaleza  que queda del entorno de la laguna. Apenas si se sabe algo de esos seres mitológicos que se decía curaban a los enfermos y ayudaban a los pobres y débiles. Invisibles a nuestros ojos esas entidades, y a la vez cercanas de los lugareños desde tiempos inmemoriales.

Innombrable es nombrar hadas y hechizos, por nosotros salvados por la ciencia.  Nadie cree que existan, pero en la quietud del paisaje de la Laguna Blanca algo permanece inexplicablemente en su marco de soledad. Hechiza el agua detenida. Contemplándola en silencio recordé lo que  mujeres y hombres, trabajadores del campo, aseguraban que en las aguas de ríos, manantiales y lagunas habitan seres a los que hay que respetar y no molestar para evitar que se enfaden. No otra cosa es el conjunto lagunar de Ruidera preñado de manantiales, pozos y grutas  de sedimentos hundidos y creados desde miles de años.  He visitado la Laguna Blanca en varias ocasiones  y en todas ellas he deseado volver. He sentido que me convoca a escuchar su mundo velado y sacralizado latente en todo su entorno.

 

Natividad Cepeda

 

 https://www.cuadernosmanchegos.com/ciudad-real/literatura/lo-que-permanece-velado-en-la-laguna-blanca-16237.html