lunes, 4 de enero de 2021


Enero ha empezado con frío y nieve en esta meseta donde el sol alumbra por encima del techo de otras tierras más cerca del mar. A nosotros, habitantes de montaña plana se nos antoja que somos hijos de tierra llana olvidando que estamos rozando en nuestra altua el azul de los cielos.

Enero ha dejado la marcha de algunos nombres al exterior de las estrellas dispersados sus nombres entre los que escribimos poemas. Han muerto Guadalupe Grande Aguirre y Juan José Alcolea Jiménez y en las pequeñas crónicas de los portales de Internet se derraman quejas de corazones doloridos por ellos.

Enero en España tiene noche de Reyes Magos cargados de ilusiones y camellos con regalos para  pequeños y mayores es por eso que las tiendas de juguetes faltan de aquello que han pedido nuestros niños y en las  instituciones solidarias como Cáritas, se han recopilado juguetes para esos niños que necesitan seguir creyendo en la magia de la noche de reyes: Cruz roja y en correos se compra desde hace tiempo un bolígrafo para comprar juguetes a los niños y aunque parece que el dinero fluye entre las manos, éste año de pandemia y desempleo las compras de regalos ha bajado porque lo primordial es comer y calentarse cuando la crueldad del presente no se puede tapar ni con la fantasía de los Reyes Magos de Oriente.

Hace un par de días volví a recorrer una aldea abandonada desde hace décadas. Sentí esa imperiosa necesidad de recorrer sus ruinas y contemplar aquello que carece de vida humana. Se sostiene algunas altas chimeneas de las antiguas fábricas de alcoholes y las tinajas de mil  o dos mil  arrobas de vino yacen por todas partes abandonadas sin techumbre, algunas y otras entre cascotes  y árboles de ramas desnudas tiritando en estos días de hielos de enero.

A veces quisiera ser un ángel para restañar tanta soledad entre las derruidas paredes de esa aldea abandonada y también para secr el llanto de los que lloran al muerte de los otros. Miro la vida con esa lejanía que tiene esta aldea perdida y olvidada…sopla el viento haciendo tiritar a los conejos que la pueblan y a mí, a pesar de ir abrigada en mitad  de esta armonía sin voces donde escucho a mi corazón latir en el silencio que ayer fue habitado.

 

 

Natividad Cepeda

 

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