En mitad de la nada de una extensión de terrenos labrados por donde el horizonte se dilata, hasta más allá de lo que la vista alcanza, se divisan integradas en el paisaje construcciones de piedra seca conocidas universalmente por ser imagen de culturas olvidadas que gracias a esas construcciones de piedra nos hablan de sus acciones en diferentes ares geográficas del mundo.
Cuando pasamos por carreteras o esos caminos que solo algunos senderistas transitan se ven los bombos tomelloseros en términos de otros pueblos y, donde para sembrar, antes tenían que preparar la tierra sacando su grandes lajas. Lajas amontonadas y que con esa técnica y proceso de aprovechar todo cuanto la tierra ofrece, edificaban esas construcciones para guarecerse del frío en los duros inviernos de vientos cierzos y del calor excesivo del verano.
Piedra sobre piedra hasta lograr esa vivienda admirada hoy y que en el pasado fue tantas veces despreciada. Casa redonda, térmica y evocadora de todos los círculos celtíberos tan olvidados y a la vez tan presentes entre nosotros.
Piedras sagradas protectoras y atemporales redondas como vientres maternos, como pechos fructíferos, y fuertes como el tesón de buscar sobrevivir sin miedo a nada. Allí están los que quedan y no se han desmoronado por la desidia de las generaciones actuales.
Eran sus casas y nadie osaba discutir esa propiedad porque a nadie se el ocurría ocuparlas sin antes, pedir permiso al dueño. La tierra rural pagaba su impuesto pero jamás la vivienda de piedra ancestral pagaba al fisco nada. Ahora también están sujetos a pagar al actual feudalismo de los ayuntamientos esos bombos tomelloseros. Vergüenza de una época, la nuestra, carente de ética y de valorar la arqueología de este arte rural y popular que debe protegerse en vez de esquilmar.
Ayer, en un ayer cercano, la propiedad privada se respetaba por las leyes y por la palabra dada sin necesidad de jueces ni policías. Hoy, ahora que no hay analfabetos y sí agresiones múltiples a la propiedad privada, el miedo de que ocupen estas viviendas rurales o esas otras viviendas en pueblos y ciudades frena invertir en casas rurales o urbanas. y al frenar los ahorradores no invierten en viviendas y los múltiples oficios que generan empleo no existen.
Todos sentimos miedo a esa turba alentada por voceros inectos que animan a ocupar vivienda tras vivienda destrozando la vida y hacienda de todo el que ha conseguido su techo con su esfuerzo y trabajo. Ocurre aquí y no en otros países europeos. Se persigue a quien no paga los impuestos y se protege al que se apropia de lo que no es suyo.
La gente se pregunta hasta cuándo se puede soportar tanta ignominia. ¿Hasta cuándo? Mientras tanto nadie invierte en vivienda alguna y mucho menos repara lo que hay en mitad del campo; en mitad de esa nada porque todo, absolutamente todo, está desprotegido.
Cae la tarde y en la lejanía se divisan la presencia de los bombos de mi pueblo tan defendidos literariamente, y tan desprotegidos como cualquier vivienda de los facinerosos sin ley, y a la vez, amparados por esa misma ley que nos desprotege a los que sí respetamos las leyes. Ayer nadie se aventuraban a transgredir las leyes, hoy los agresores de la leyes son los que reinan por doquier.
Natividad Cepeda
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