sábado, 18 de junio de 2016

La turbulencia de los días de junio

                                  
Me encuentro habitada de ráfagas de desencanto ante la publicidad del comercio desmedido de políticos y fanáticos  donde la ética  hace aguas, y se hunde en al mar  prevalecido de la ruina moral y económica donde estamos instalados. Seguimos anclados en las agresiones  globales  como si éste planeta nuestro fuera hacia su destrucción, dándole prioridad  a la tragedia de cada día sin buscar soluciones a las incursiones del capítulo macabro del crimen y el terror.

Entre nosotros, españoles sumidos en la hecatombe del no sé dónde voy  y de dónde vengo; los brotes de inseguridad y falta de respeto público  se suceden en recintos públicos y privados, donde la cobardía del desastre se asienta alimentada por  los que dan salida a sus rabias,  insultando y exhibiendo la cobarde acción de sobrepasarse con quienes de antemano saben, que no serán violentos ni les plantaran cara ante sus desmanes y provocaciones. 
Abro los ojos asombrada de tanta tumba abierta desde la hipocresía de los que se atreven a profanar creencias religiosas, exclusivamente católicas, y nada dicen ni  se atreven con otras religiones,  templos y edificios donde se adora a Dios también,  y por supuesto, no se atreven a traspasar el umbral de ellos, porque conocen que saldrían mal parados y mal paradas. nadie se escandaliza de esa contumaz cobardía tan criticada en medios públicos, tan ridiculizada en montajes fotográficos, dibujos y videos por muchos de ellos que se sienten intelectuales ilustrados, pagados desde facciones políticas  con el pretexto de querer mostrar lo impío y sucio de una religión concreta   y sus ministros y seguidores, obviando, esos mismos medios y vocingleros pagados, los mensajes macabros y la arengas de ausencia total de libertad, para sus seguidores.
Ciertamente que denunciar lo malo y podrido de cualquier grupo humano es loable  y  quitar sumisiones, mostrando el lado oscuro de algunas actividades deleznables,  es necesario,  tanto por medio de los grupos sociales como por las leyes vigentes en favor de la humanidad y las personas que las componen. 
Pero esos mismos motivos  que se dan y son conocidos en otras religiones no son atacados ni mostrados, no solo en suelo español, en sus ciudades donde los seguidores exigen aquí lo que en sus países de origen no nos permiten a los católicos y cristianos, manifestar libremente nuestros sentimientos religiosos, llegando incluso a prohibir y hasta asesinar, a nuestros hermanos en la fe.  
Y esas evidencias no son mostradas en canales televisivos que se rasgan vestiduras éticas en favor de las víctimas de los católicos y pasando por alto con el ignominioso silencio  de la palabra y la imagen de lo que ocurre en puntos geográficos dados a conocer por escasos medios, además de procurar silenciar los hechos aberrantes de violaciones de niños, niñas, personas quemadas vivas, mutilaciones, cabezas cortadas en el nombre de sus creencias.
Ese espectro nos rodea envuelto en la tela de araña de lo políticamente correcto, de los que aseguran ser laicos, y callan, y no denuncian, esos otros estados donde la religión es impuesta por la fuerza de armas y leyes.
Parece que los únicos que damos problemas somos los católicos, por eso algunos artistas a falta de ingenio tiran de la provocación cristiana para hacerse un hueco en esta sociedad cobarde. Sociedad  seguidora de ídolos  exento de valores éticos; valores tan imprescindibles para la familia humana.
Y si gracias a la técnica  hemos logrado avances desconocidos hace medio siglo, inimaginables, también es cierto que en lo moral  no hemos avanzado.   
Y  derivado de esa consecuencia  hay hoy  problemas demográficos, entre otros muchos,  porque si la vida no es defendida en todas sus manifestaciones y respetados los grupos sociales, desde cualquier actividad  política y social.  
Las consecuencias de esas arbitrariedades nos llevaran a un desencuentro difícil de prever y atajar. 
La racionalidad imperante esconde  la turbulencia de los días de junio y de otros muchos días y meses,  en la ausencia de apoyos reales,  ante los brotes violentos y falta de respeto, luego, escribimos mensajes y ponemos flores vegetales y de palabras,  en muros y calles   del mundo, como si al hacerlo, nos fuera perdonado el silencio cobarde de callar lo que hay que denunciar y no permitir.   



                                                                                    Natividad Cepeda

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