miércoles, 5 de agosto de 2015

PLEGARIA POR EL SILENCIO DE UN HOMBRE BUENO SIERVO DE DIOS ISMAEL DE TOMELLOSO

              Ahora, cuando la plata se hace hueco en mi pelo, vuelves a recordarme que todavía en el silencio de los justos habla Dios. Ahora cuando todo es ruido y miseria en mitad de la crisis económica y nadie rectifica sus errores tu hablas desde tus pensamientos que siempre en el camino hay santos que nos dan el testigo de la fe. Ahora cuando todas las empresas parecen ir a la quiebra del desastre arrastradas por la destrucción de la avaricia tú aseguras que hay que dar en medio del caos ejemplo de vida en el mar agitado por donde navegamos. Y sencillamente rezas en silencio absorbido en Dios, perdido en la inmensidad de Él y a Él totalmente entregado. Ni egoísmo, ni dinero, ni comodidades, ni familia, ni honores... ¡Sólo Cristo!
Así perdido  en ese éxtasis cumples estrictamente con la pasión del hombre que sabe que morir es nacer desde el abandono de los hombres. Desde mí pobreza interior intento peregrinar a tu cobijo: Ismael de Tomelloso, Siervo de Dios enfermo y oprimido  lejos de todo cuanto es humanidad piadosa. Me aturde pensar en tu silencio, en esa voluntad tuya de entrega por amor hacia todos, realizada en medio del terror de la guerra y del odio. Me viene grande tu mensaje de perdón entregado desde la soledad y el menosprecio de los vencedores para con los vencidos. 
Y otra vez me planteo la pregunta sin respuesta; cuando aquello ocurría ¿adonde estaba Dios? Y no tengo profetas que me respondan ni guía que me explique por qué tú, tan joven, y con tantos ases en la mano, te dejaste morir en medio de la muerte. Noche oscura sin otro alumbramiento que Dios. Noche de calvario y de gólgota en todos los campos de concentración del mundo, en todos los hospitales de prisioneros de guerra donde el símbolo de las banderas son símbolos mojados en lágrimas y en sangre. Allí donde Cristo muere una y otra vez cubierto de harapos, despreciado por los vencedores, ultrajado por los verdugos de cualquier año, siglo y siglas.
Desde tu mirada de muchacho que sonríe intento ver, Ismael, los vastos baluartes de la guerra, y tú  me muestras la esperanza en la vida.  Acaso la santidad sea eso, una sonrisa que estrechamente nos une a Dios. Es posible que más allá de la tierra yerma  del alma se puedan levantar senderos que nos conduzcan a la luz. Me desconciertas Ismael Molinero Novillo, me dejas a la intemperie cuando me sumerjo en tu corta vida. Y también me arrebatas el corazón cuando veo en tus ojos soñadores  la resurrección de la carne gracias al amor de Dios. Por qué ¿qué otra cosa es, esto que ahora está sucediendo? Dicen que de la oscuridad nace la luz y de la muerte la vida. Aseguran que de Dios venimos, y hacia Dios vamos. Está escrito, que polvo somos, y al polvo volvemos, pero quien tiene tanta fuerza para hacer posible que tú, Ismael, regreses del silencio para que junto a ti, miremos sin odio y sin venganza, una página trágica y vergonzosa del ayer.
En muchas ocasiones vago por mis desiertos, me desvelo en mi noche oscura y me pregunto si es verdad y cierto, que Dios está en medio de nosotros, ahora  sin llamarte ni buscarte, tú, te haces presente, joven manchego, muchacho obrero que sacaba tiempo para declamar en el teatro, tocar instrumentos y ejercer el voluntariado entre los viejos del asilo, los pobres parados y hambrientos que pedían por caridad pan y comprensión en aquella década de 1930. Y creo que esto es posible porque Dios resucita entre las muertes de cada día.  Hoy, te elevo mi plegaria, Siervo de Dios, no desde la muerte que pasea los estandartes de las procesiones por las calles de nuestras ciudades, te rezo para que impulses mi resurrección junto a la tuya.  Canto como el salmista a la vida, esperando que Dios, sepa perdonar mis muchas flaquezas, porque soy hija del mundo y te aseguro, Ismael, que no es fácil seguir tu ejemplo. 
El tiempo no ha parado su fluir, contigo se ha expandido junto al Crucificado,  no hay razas ni color, ni mensajes que puedan acallar aquello de "Amaos los unos a los otros como yo os he amado, en eso conocerán que sois mis discípulos" Tú, Ismael de Tomelloso, hiciste del mandato de amor, tu amor de entrega, haz posible que en la resurrección de Cristo además de la tuya esté la nuestra.

                                                                                                               Natividad Cepeda


Arte digital: N Cepeda

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