jueves, 17 de octubre de 2013

Ocurrió en Zaragoza

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Después de muchos años de la muerte de Ismael Molinero Novillo; cuando todo es distante y apenas sobreviven los que lo conocieron, yo me pongo a escribir mirando su sonrisa. Y siento que no entiendo las causas de aquellos años mientras camina octubre sobre uvas podridas. Huele el aire a mosto fermentado en Tomelloso, mientras los precios bajan de los caldos y suben los salarios de los que, con cansancio, cortan racimos en esta vendimia de excesiva cosecha para males de la gente del campo.



Queda en el aire el encuentro de cimientos lejanos, y algo sucede cuando escucho a mi padre, casi ciego, hablar de aquél pasado, para mi inexistente, y para él rescatado de su memoria intacta. Se han cumplido los ciclos y aunque tú Ismael, me sonríes con tus hermosos ojos desde la nueva estampa editada, para mí, sigues siendo el mismo chico que me contaban que una tarde de mayo, envuelta en lluvia, llegó de Zaragoza a dormir con los suyos el sueño de los justos.

Medito mientras pienso en mi padre y tu hermano; ancianos que recuerdan tu simpática sonrisa, cuando en la tienda llamada “El siglo” donde eras dependiente de una tienda de telas y otras prendas, al salir del colegio, mi padre se pasaba a pedirte unos globos, y tú se los inflabas de aire, y si se le rompían, y volvía a por otros, de nuevo sonreías y le dabas otro globo. Los niños, Ismael, aunque crecen en años y se vuelven torpes y olvidadizos, nunca olvidan los que les regalaron amor y buen talante. En la vejez la infancia adquiere fuerza, será porque el alma permanece lozana, sin arrugas en sus pliegues suaves.

Justamente por eso yo conocía Zaragoza unida a tu nombre. Fueron años muy duros los que ellos vivieron, nos educaron los padres santiguando la frente al ir al acostarnos, y al taparnos, dejaban un beso de cariño en el mismo lugar que nos habían bendecido. Soñábamos en ir a Zaragoza como ahora se sueña en ir a Londres o a Berlín, aunque nunca lo hicimos. Nos quedaba lejos Zaragoza y Teruel y la vida pasó, como pasa la vida, muy rápida y veloz. Ahora muchos han vuelto a traerte a la vida Ismael, no con tus apellidos, si no como Siervo de Dios, y yo miro a mi padre con sus noventa años y sus ojos nublados, y pienso, que todo esto, como escuchaba en mi niñez decir a los mayores; son cosas de Dios y nada más que de Dios.


Pero es verdad que todo ocurrió en Zaragoza, con la imagen de la Virgen encima de un pilar, base donde se asienta la fe de muchos miles de creyentes que rezaron ayer, igual que rezan hoy. Un muchacho moría y rezaba a la Virgen sin alcanzar a verla en su altar. No es fácil escribir de tu vida, aunque escuche a mi padre y a tu hermano Luis Molinero, hablar de tu sonrisa. Pero tú enamoras a sencillos y a aquellos que hablan de teología intentando escudriñar el amor que sentías.

Y cuando nos parece que todo se corrompe en medio de nosotros, volvemos al pasado, a los años del hambre que recuerdan los padres, niños de la posguerra; años de emigración igual que los de ahora, y descubro que tú, Ismael de Tomelloso, me acompañas silencioso y sereno lo mismo que en mi infancia. Ocurrió que en Zaragoza una joven muchacha, llamada Aurora, sin fronteras políticas, te devolvió a nosotros. En tus biografías pasa Aurora como pasan los ángeles, quedo y sin hacer ruido, sin ningún monopolio y después se pierde en la distancia…

Todo tú eres silencio en medio de la vida Ismael Molinero: Silenciosa es la aurora cuando rompe la noche, y cuando llego al templo y paso al Sagrario, el silencio me embarga porque también hoy Dios, sigue estando muy solo, lo mismo que lo estaba cuando con Él, tú hablabas. La en la Parroquia de San Pablo de Ciudad Real, se hablará de tu vida: una vida pequeña, de corto recorrido y largo alcance, con similitud en la falta de trabajo y en la ausencia de esperanza. Sin embargo tu pequeñez despierta alegría y las cartas que llegan desde muchos lugares distantes del mundo hasta nosotros, me hacen pensar en la inmensidad de Dios a pesar de que casi no lo conocemos. Zaragoza sigue rezando a la Pilarica, y para no cambiar todavía se ponen explosivos porque los católicos molestamos a pesar del silencio tuyo y de otros muchos que sin ruido, rezan y ayudan también en esa crisis de valores y salarios.


Probablemente cuando pase esta generación vengan otros que sigan escudriñando en tu vida y en tu ejemplo: y al igual que hoy muchos otros se pregunten que para qué hace falta escribir de tu silencio. Se olvida que desde el silencio brota la vida en toda plenitud.

                                                                                                                                 Natividad Cepeda
*Secretaria General de la Asociación para la Causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Ismael de Tomelloso



Publicado:
manchainformacion.com | 12/10/2013

DIARIO LANZA15/10/2013
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Arte digital: N.Cepeda



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