jueves, 1 de noviembre de 2012


                 XIX


Divagan golondrinas en el frío invernal.
Se adolece la escarcha de los pobres sin techo.
Naufraga la patera y el mar escupe muerte.
Suman sucias ganancias las finanzas
mientras las hipotecas quiebran
en las filas del paro.

Perdone, usted, hermano, no hay nada que ofrecer. 

Amanece y la ciudad inhóspita
se eleva con paredes de hielo.

En esta cruz de asfalto no suenan las trompetas,
Josué, ve las murallas, y cree que es suficiente
con dar las siete vueltas con siete de los suyos.
Josué, tiene fe, pero nadie lo sigue.
Jericó se ha perdido.
Todas las murallas  siguen estando en pie.
Dios no tiene cabida en las grandes ciudades.
                                                                                               
En el doble sentido de las agujas del reloj
se anula en el ocaso la música del mar
y las esferas.

Nadie escucha trompetas.

El día que despunta por detrás de la noche
guarda en su transparencia
el silbo de unos labios…
Ecuménica música interpreta un vagabundo
en la esquina  del mundo.

Josué, derrotado, se desvanece con el sol.

Impávido,  se guarda su trompeta hasta el día  final.



Poema del libro “Con la sed de todos”








 Arte digital N. Cepeda

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