y oculta entre las manos una
fe sin medida,
tan grande que ilumina mi vida
todavía
y todos los caminos que van
hacia mi ocaso.
Contemplo a todos ellos
mirando los viñedos,
sus risas juveniles en las
torres clavadas
y sus ojos dormidos en la luz
del crepúsculo.
Todos ellos te amaron, Dios
que nos dio la vida,
campo de libertad, aliento de
mi origen,
y todos hoy te miramos desde
claros espejos.
Siento como respiran las
gentes que se fueron.
De ellos viene esta luz como
rito solemne.
es hermoso mirar las iglesias
dormidas
donde un día escribieron la
historia de sus pasos
y empezaba el camino que
cruzan todavía.
Los ojos lejanísimos de mis
antepasados
miran una muchacha peregrina
en su tierra.
Desde su hondura vengo, bañada
por su sol,
lectora de su historia sobre
viñas escrita.
Imposible no amarte cuando tú
me nombras
en júbilo de horas al
despuntar los días.
Ante ti me despojo de todos
mis errores
de lo que no es tu sello,
quedando amanecida,
de espigas coronada,
privilegiada estirpe
de mis antepasados, semilla de
mi fe.
Sé que mi vida apenas es
aliento que cruza
como una leve sombra por ríos
y sembrados.
Pero es bello el bautismo de
mi tribu descalza,
de aquellos que partieron para
hacerse barbecho,
rastrojo, trigo, viña, templos
del Padre Eterno,
hijos ya de otra luz brillando
en las alturas.
Tierra de mis ancestros,
condúceme a sus labios,
a sus besos de bálsamo, a su
herencia perpetua.
Permíteme que sea rebelde un
momento,
el justo para repudiar la
muerte y sus trincheras.
Esta tierra manchega soy yo, y
Dios es mi refugio,
bello mar de llanura donde
flota la barca
de mis antepasados.
Aquí quiero
dormir,
debajo de estos surcos que
cantan al Creador,
cuando surquen los cielos las
aves del olvido
con mi nombre en alas
santiguada de amor.
Poema de mi libro “Camino de amor” Colección Erato
Asociación Escritores Castilla-La Mancha
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