jueves, 19 de agosto de 2021

Afganistán dolor y miedo

                                                                     

            

Llega  sin sonido, sin palabras, con imágenes desgarradoras de impotencia el miedo de miles y miles de personas que han quedado expuestas al terror del fanatismo y la barbarie una vez más en nuestra Historia deshumanizada.  Se repiten las mismas secuencias de hace siglos, milenios, los lamentos de los desamparados sin otra realidad que sus lágrimas en mitad de una huida, la de unos pocos, para desgracia de muchos. Los que se quedan no pueden huir del terror que ya conocieron. No pueden porque se les cierran las puertas de salida. No pueden y el mundo lo permite. Dolor y angustia que ahora conocemos. Dolor en nombre del perpetuo canto de un dios administrado por hombres, una vez más. Se repite la Historia. Una vez más. Se escribe la crónica nefasta. Se escriben papeles y folios, se teclea el teclado de los ordenadores y se expanden por teletipos, emisoras de radio y televisión, Internet y portales internacionales el drama de las gentes sin rostro a las que se les impide salir de un territorio político, no geográfico. Se les encierra como esclavos  sin providencia alguna y, para nada les sirven mis palabras, ni los versos sangrantes de los poetas que se duelan de su drama.

Por mi cabeza pasan escenas vistas por las imágenes que nos muestran un aeropuerto lleno de personas que claman por salir de donde nacieron…Son siluetas desesperadas buscando no caer en un pozo de horror en nombre de leyes tan injustas, tan terribles, oscuras y negras como negar la libertad a la mitad de la especie humana por el exclusivo hecho de nacer mujer. Unos sobre otras blandiendo la hegemonía de género en medio de la chapuza esgrimida por feminismos absurdos que de poco sirven en estas horas de opresión y llanto.

Viajamos de nuevo al ayer con lenguas  diferentes de idiomas actuales inmersos en gramáticas que reverdecen los mismos signos equívocos de aquellas leyes y códigos de hace miles de años. Ojo por ojo y diente por diente; NO. No cuando esas leyes discriminan y adoctrinan para la sumisión al otro. No cuando no tengo voz, ni rostro, ni palabras iguales a mis hijos. HIJOS, TODO HOMBRE, NACIDO DE MUJER.  Y esto sucede en ese caos adonde nos asomamos desde las ventanas del mundo libre. ¿Libre, hasta cuándo?  Cantamos los tejedores  de versos lo justo e injusto que nos rodea, publicamos en medio de mares y océanos de pueblos y naciones ese sagrado canto de componer poemas y, hasta alabamos el seno matriarcal de la mujer que en cinta, da vida en todo tiempo de bonanza y tiniebla.

Y así pasa la vida en éste ventisquero de montañas buscando la salida a un valle de luz y riqueza bajo edictos filosóficos casi siempre en contra de los pobres del mundo, de la gleba, del sujeto que carece de voz y primacía, pero que son imprescindibles para alimentar el ego de los otros. La aventura de la vida no siempre es una buena aventura, sobre todo cuando hay proyectiles que siegan sueños y esperanzas. Soy vieja, tan vieja como esas leyes que me oprimieron desde antaño. Soy una anciana que conoce injusticias y traiciones.  Soy experta en caídas y humillaciones y apoyo mi cayado de vida en la verdad sin artimañas. Soy asceta de la contemplación de los cielos  y de la tierra en permanente silencio. Soy pequeña, tan invisible como un gramo de arena o el vuelo de una mota de polvo en los caminos. Soy voz que se apaga en medio del clamor de los vencedores del mundo. Y soy desolación, hoy por Afganistán, y ante cualquier pueblo carente de libertad.

Libres son los vientos que recorren paisajes desmitificando fronteras, tan libres y rotundos que llegan hasta el más leve suspiro de cualquier forma de vida. Por eso amo el viento porque besa los rostros sumidos en tristezas y aquellos otros donde el amor se hospeda. Amo la sinfonía de los amaneceres en paz cuando su resplandor es caricia encendida de color. Y mi lamento hoy, es por la burla sombría que el destino ha dejado, y deja, sin amaneceres de paz a todos aquellas gentes a las que se les prohíbe ponerse a caminar por las sendas geográficas de la tierra.

 

                                                                       Natividad Cepeda

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