viernes, 31 de agosto de 2018

Todo es avaricia y escarnio


   
         No reconozco este vasto mar embravecido que viaja a través del odio y la avaricia. Lo miro crecer a mí alrededor entre barcos de piratas y bucaneros con la fortaleza del cinismo y el perjuro como único equipaje.
Realmente es tan terrible que cuando uno de esos barcos se aleja de los puertos, sin tregua llegan otros y tan cargados de ignominia que los remolcadores tienen que ayudarlo para que atraque.
Crecen por las ciudades y los pueblos  consignas de muertes anunciadas como si el instinto de bajeza hubiera soltado sus amarras y avanza asfixiando la seguridad de las gentes.
Los poderosos señores recién llegados al reino se muestran tan ufanos de su aventura que progresivamente  descalabran a funcionarios  de tal forma que de la mañana a la noche se ven puestos en la calle.
Y nadie sale a protestar por las calles se dijera que los que antes salían a plazas con carteles y ruido les parece decente que se quite a los unos para poner a otros. Y no quedan tierras nuevas que descubrir adonde huir para descubrir nuevos mundos.
Confieso que la extensión de esta locura es tan amplia que temo  que la cólera de los humillados alcance su cenit en contra de los  devoradores   de principios, ellos, los que miraban todos los pormenores de corrupción y estafa en favor de la gleba que sigue siendo ignorante y sumisa como lo fuera ayer.
Ensordecen  con su afán de poder y de avaricia desmedida hasta en las esquinas de los pueblos semidesiertos  donde solo quedan  viejos esperando la muerte sin prebendas de pagas ni exención de tributos.         
Callamos primero con los unos, soportamos ayer las protestas de los que predicaban decencia y honradez; y cuando llegan aplastan la delgada paciencia con su hambre de dinero y de poder.
Todo lo domina la avaricia, el escarnio y la soez mentira que aplasta hasta la pasividad  de la ciudadanía  aborregada y envuelta en mensajes de falsos aditivos. Pero el miedo a la inseguridad y al escarnio de repente es un murmullo apenas perceptible que empieza a ser escuchado en voz baja.
Y cuidado con ignorar las aguas revueltas de los que no gritan en principio porque  no es bueno atornillar con leyes injustas los silencios. Ni tampoco justificar con humos fatuos la ausencia de decencia.
No, yo no reconozco tanta falsedad dejando sin esperanza  a los que pagan con sus diezmos a los predicadores del  buenismo, claramente  nefasto para el pueblo. A ese pueblo que se le ofrece jugar a la ruleta en casinos surgidos en las calles y en esos otros casinos virtuales  entre el botellón y los partidos del futbol  a semejanza de los  emperadores de la antigua Roma que fueron destruidos por los barbaros.
No, no debemos hablar de estos asuntos pues corremos el riesgo de ser señalados con estrellas  invisibles hitlerianas  o acusados y metidos en los gulag  stalinistas de turno; sistemas del horror donde la libertad no existe.
Paralelismos inaceptables que con solo nombrarlos nos inquietan.
No, no quiero que la fotografía de ir los unos contra los otros se repitan. Ahora que voy  envejecido  no quiero revivir los testimonios escuchados  de los que ya murieron y lo vivieron en su infancia.
La casta denostada se ha marchado y en el reino ha ascendido otra nueva con elementos desdibujados de collares oscuros  y limusinas donde acomodar a damas y trúhanes no mejores que los que no hace mucho denunciaban.  
El poder es una fiebre que corrompe y aísla de la verdad autentica y como decían los antiguos egipcios  no es posible la belleza sin  verdad. Verdad en las palabras y en los hechos porque sin la verdad se muere la esperanza.
Mendigo equidad; dar a cada uno según sus méritos, no regalar la tarta sacada del trabajo del pueblo a quien no la merece. Calibrar los valores personales con objetividad, justicia y prudencia es saber gobernar.
La otra salida, es una puerta falsa. Un portón que se reclamará abrir  cuando los espacios de las verdades secuestradas, se cierren  para la mayoría y no bastarán represalias ni fingir redimir los abusos  con esqueletos que no conocimos. En el curso de los corredores históricos a ningún gobernante le ha beneficiado mirar para otro lado.
                                   
Y tampoco podemos perder la luz de la civilización y la convivencia. Si la perdemos, todos, absolutamente todos, perdemos.






Natividad Cepeda


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Arte Virtual: N Cepeda

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