sábado, 7 de julio de 2018

En memoria de María Dolores García –Solana Gavidia en la XLIII celebración del Concurso Literario del Molino de Viento de la Bella Quiteria de Munera a doña Amparo Gavidia, su madre.


 Admito que cada día me duelen más las ausencias de los que se me han ido. Los nombro y me signan con ese grito íntimo que no dejamos salir de la garganta porque a lo largo de la vida los dado.  Bajo esa sombra de frondas austeras  yo soy un poema de mujer hecho tristeza, desnuda de las hojas del árbol de esas vidas, que se marcharon a otro paraíso. 
Ayer, hace ahora un año, María Dolores García-Solana Gavidia; la sollozos nos visten y acogen en el coro de adioses que hemos hija amada de doña Amparo Gavidia, sonreía dulcemente a la sombra del molino que edificaron sus padres para homenaje anual de la palabra escrita en verso y prosa, exclusivamente, por amor a la obra de Miguel de Cervantes, de la novela El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de los capítulos XIX, XX y XXI  de la segunda parte. Donde se narra cuando don Quijote y sancho Panza, regresaban de la Cueva de Montesinos, y en el camino les cuentan de una boda que se va a celebrar de una bella moza, que ha dejado a su novio pobre, por otro mucho más rico. Y en ese triángulo amoroso de Quiteria, la bella, Basilio el pobre y Camacho el rico, se trae a colación la celebración de aquellas bodas de siglos pasados, en parajes manchegos.
Paraje de Munera que localiza y propone don Enrique García-Solana, investigador,  cronista, periodista y escritor, que ha llegado con ese sueño hecho realidad,  junto con su esposa, hasta nuestros días para honor y honra de Munera.
Ayer, la sombra protectora del molino, nos dejaba ver la sonrisa cálida de Mari Lola, como oí llamarla a su madre, Amparo Gavidia,  y sobre el calor de julio  vuelve la memoria a la mujer que falta, pero que no se olvida.  Tornasoles de rostros femeninos recuerdan a la ausente, con el sol como huésped  del molino. Arriba, en las aspas del molino, la pasión y la grandeza de las voces de los poetas llegados de otras tierras  se va extendiendo por el harnero de la tarde de julio,  y siento que la vida que hoy hemos perdido, regresa por el costado de los muros.
La voz de la congoja tiene alas de múltiples sonidos renovados al viento de los antepasados; los que cada uno llevamos en lo hondo del pecho que en ocasiones se remueven,  dejando un poso de ahogo en las garganta o, también, despertando esas huellas que seguimos de quienes nos dejaron.
Todos los sonidos que nos trae la tarde nos dejan al principio de otras tarde de julio, como si los deseo se volvieran errantes y jugaran  alrededor de los peroles de gachas, el pan y las navajas y con tantos amigos con los que compartimos, estas bodas eternas y constantes del molino de viento de la Bella Quiteria, siendo escuderos, junto a él,  de andantes sueños. Sueños que nos conducen a las cumbres de lo eterno.  Y de repente  sabemos que Miguel de Cervantes sigue tomando notas para no olvidar lo que escucha, y a su lado, Enrique García –Solana, atisba lo que el escritor quiso ocultar y sueña, y sueña con otros siglos, y el ama de su casa, doña Amparo, lo escucha y los dos sueñan y piedra a piedra se alza el sueño de un molino de sueños…
Munera, Munera, para siempre  en tus oídos sus voces entre el algodón del azul del cielo y el familiar eco de todos tus vecinos, alrededor de este molino. Munera, Munera, un antes y un después han de escribir en tu Historia, pues entre tus elegidos, quedan los dos Enriques y Mari Lola ligados a tu nombre.
Ahora ellos duermen en esa constelación de los humanos, y nosotros, todos, les seguiremos. Amor de amor, nos acompaña junto a tu frágil figura de matriarca, querida Amparo: Dama manchega, herida madre, serena anciana mucho más bella que esa Quiteria que nos retrata, Cervantes, en su Quijote. No tengo lágrimas pues son las tuyas las que yo sigo. No tengo nada para demostrarte cuanto te admiro…Hierra la vida cuando nos faltan los que amamos, más no el cariño de este puñado de pobres gentes bajo la sombra de tu molino. Bajo las aspas de tu familia queda la herencia que tú creaste, Dios te lo pague noble señora como mereces.

            
                                                                                 Natividad Cepeda
                                                                                                                                                                                                          
Munera a 7 de julio de 2018
                                                                                  
                                                                                                                                             
                      


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