Porque
nací en la tierra y volveré ella me
duelen sus gentes, que son los míos.

Las ciudades, adonde llegan sus hortalizas y verduras, sus vinos y aceites,
su harina y su leche nada saben de su cuitas. Nada quieren saber de los
tributos pagados al erario público de administraciones diversas, nacionales,
comunitarias, regionales y locales. Apenas si en los medios divulgativos se
difunden las tropelías que vive el campo español.
Todos los ignoran: todos no. Los
satélites y administraciones archivan y ven todo cuanto se labra y se recoge,
lo que se lleva a las cooperativas y jamás se defrauda pagando los impuestos
más civilizadamente que en cualquier
otro trabajo. Si un impuesto no se paga se cobran en tierra. Se le sube el
impuesto con recargas abusivas, se le calumnia alegando que a los trabajadores
no se les paga los debido… Sucias falacias. Y nadie, absolutamente nadie, indaga cuantas horas se trabajan realmente cumpliendo con el horario
establecido.
La tierra, siempre la tierra labrada ha sido perseguida por los grandes
señores trajeados de poder y avaricia. Nadie quiere dar a conocer el abandono
de los campos. Nadie dice como se quedan los pueblos habitados por viejos
jubilados. Jubilaciones de miseria; de autónomos pobres que han mantenido su
patrimonio gracias a renuncias continuas, a carecer de viajes y caprichos…
Ahora en muchos de nuestros pueblos la tierra no se labra. Se deja abandonada y
las casas se cierran y nadie las vuelve a abrir.
Mañana, la miseria habitará mucho más en las grandes ciudades cuando todos
quieran vivir en su paredes porque nadie quiere labrar la tierra de esta España
abandonada a los dimes y diretes de los políticos que se miran el ombligo y se llenan
los bolsillos con el sudor de otros.
Todavía hoy se ven tierras labradas desde autobuses, trenes y coches particulares,
mañana no sé quién los verá.
Natividad
Cepeda
Arte digital: N cepeda