martes, 7 de octubre de 2014

Ni diosas, ni vestales ni vírgenes ni brujas



Miro a través de las cosas los retazos
de vida que anidan en silencio.
Veo un instante lejano pasar entre  sueños
por la memoria con su haz  sin sentido
camino del olvido. Y sé que en el final
de la liturgia de la vida quedan ríos ocultos
pugnando por nacer.

                                 Nos dijeron a todas
que  la vida no nos pertenecía.
Nos cerraron salir a conocer los bosques,
a tocar el tronco de los árboles con nuestras manos
vírgenes porque eran impuras.
Todo estaba vedado,
ni siquiera podíamos elegir una estrella
porque éramos  necias.
Una página en blanco para el hombre de casa,
padre, hermano, marido…
Todas esas mujeres eran trapos usados
para limpiar la honra, para mecer le ira
y acatar en silencio la voz de quien mandaba:
así lo dictaban las leyes promulgadas.
Aventuras y  naufragio  sin mares
por donde navegar  ni caladeros
para echar nuestras redes.


                                        Encallamos la vida,
fuimos pasajeras sin mapas por donde transitar,
hojas caducas de  árboles que cualquiera
podía barrer y abandonar…
Mujeres las nacidas después de las batallas
de la última guerra en Iberia. Guerra estéril
que dejó heridas sin cerrar.
Guerra con cruces diferentes.
Cruces, todas ellas, de dolor y miseria.
Crecimos escuchando canciones
de mujeres marcadas; folclore nacional
donde todo era malo; pecaminoso y feo
la belleza de un beso y hasta  pasear
y reunirse para explorar la vida.
Crecimos luchando con lo que nos dejaban,
vistiendo minifalda y pantalón vaquero,
votando canciones en inglés
que luego traducíamos. Apenas si sabíamos
leer en un francés mediocre y algo de latín  
las privilegiadas.


                                 Mujeres que emigraron 
sin miedo a otros países, aventureras
en busca de fortuna, valientes, rompiéndose
en pedazos, cayendo sin cejar en su empeño.
Mujeres sin permiso para soñar despiertas
nos quedamos en el andén sin tren.
Nos negaron decidir el futuro; guardamos
la maleta el fracaso y las lágrimas
y juramos cambiar el destino de España.
Votamos leyes nuevas con fe en el futuro
y dimos la esperanza como el mejor legado
a nuestros propios hijos.
Mujeres humilladas, proclamadas menores
de edad  por un código indigno.
Apostamos por nosotras y sin perder la fe
cambiamos el futuro. Y seguimos luchando
a pesar de los años porque vivir es bello
sin perder la sonrisa.


                                La Historia es un muro
que aguanta muchas vidas. Bulevar
de  lacayos, isla de sinsabores,
escuela decadente de pueblos y farolas
que alterna en su ciénaga el fracaso
y la gloria. Y por toda la Historia
escrita por eruditos sabios, las mujeres,
a pesar del silencio que de ellas dejaron
rasgan con su existencia la luz
de las tinieblas. Sin pódium las mujeres
se yerguen invisibles, sin ellas nada existiría.
Necedad y soberbia es tapar lo evidente:
ni diosas, ni vestales  ni vírgenes ni brujas
fueron las que  amasaron la piel de las ciudades.
Mujeres negadas en los libros hicieron el milagro
anónimas y fuertes. Ellas amamantaron la vida
de los hombres, hoy,  ayer: mañana. Siempre.


                                                                       Natividad Cepeda


Premio Ferias y Fiestas  de La Solana 2014



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