
El
movimiento conocido como Postismo nació
en el Café Castilla de Madrid a principio de 1945. Para su presentación se
repartieron unas tarjetas que llevaban el nombre de sus fundadores: Eduardo Chicharro
Briones, Carlos Edmundo de Ory y Silvano Sernesi (italiano)En el nº 1 de la
revista Postimo ellos definieron el postismo como el resultado de un movimiento
profundo y semiconfuso de resortes del subconsciente tocados por sus creadores
en sincronía directa o indirecta con elementos sensoriales del mundo exterior.
A este primer manifiesto siguieron otros dos más, que fue una forma de
canalizar la rebeldía y el rechazo a unas normas impuestas por la sociedad
dominante de ese momento. En un ambiente donde la libertad era un bien
extinguido el Postismo inventa una fórmula para evadir las normas por lo que a
sus seguidores se les tildó de locos y poco serios. Es la forja donde José
Fernández-Arroyo empieza a canalizar su rebelde espíritu de búsqueda y autocrítica
que le impulsa a buscar la belleza de la palabra, el color y la forma en las
disciplinas artísticas de la pintura, la escultura y el arduo oficio de escribir. La poesía ha
sido y es su río fecundo. Es en ella donde el hombre se descubre como creador,
y es posible que quede un tanto silenciada sus otras creaciones, no porque sean
menos interesantes, sino más bien porque al no formar parte de galerías de
arte su obra pictórica y escultórica
pase en la actualidad un tanto desapercibida.

Porque José Fernández-Arroyo es un batallador nato; al escucharlo se
capta en su palabra un ser profundo que viene de vivir la vida con verdadera
hambre de conocimiento y de saber. Todo en él es batalla. Ha crecido sorbiendo
la música de lo que le rodea sin dar tregua al descanso. Viajero infatigable,
ha explorado la universalidad del ser humano intentando dar a conocer un idioma
universal que comunicara fácilmente a los unos con los otros, por lo que fue un
abanderado del Esperanto. Y aunque empezó a escribir desde muy joven
colaborando en revistas del grupo: Deucalión, El pájaro de paja, Doña Endrina
y Trilce, además de mantener correspondencia con numerosos poetas y artistas
plásticos que fueron amigos personales como el pintor Antonio Iniesta,
Guijarro, Gregorio Prieto, Agustín Übeda y el escultor Martínez Bueno y muchos
otros hasta hoy.
Ser
poeta es escribir con el corazón y el alma, romper a veces con la lógica y
denunciar lo que otros no ven o callan. Esos poetas son fundamentales piedras
maestras de la vida, sin ellos la vida estaría condicionada a la vulgaridad y
nuestras vivencias más puras olvidadas. Porque si careciese de poetas la
palabra ignoraría la música de lo que nos rodea, y la creación literaria no
existiría.
José
Fernández-Arroyo es uno de esos poetas puros a los que admiro. Es sin
cuestionarlo un poeta de la trascendencia y la meditación. Es un poeta que al
leerlo nos trastoca y estremece. Es un arriesgado
romántico por su generosidad sin límites,
por su espiritualidad urbana y ascética, y por seguir soñando y creyendo
en la vida y en las personas a pesar de los muchos desencuentros y desencantos
en el mundo del arte. Como los sabios ancianos, sabe que todo es relativo y que
nada es para siempre.
Cuando me encuentro con
su mirada aún se la veo repleta de rebeldía y con esa chispa de ingenio vivo
que tienen la mirada de los creadores. Es un viejo poeta maravilloso y fiel con
el que es posible justificar la existencia.

La obra "Poesía Completa"
publicada en la "Colección
Mirador" Edición de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles
recoge la totalidad de su obra poética lo que permite al lector conocer la
evolución de la poesía española en los últimos cincuenta o sesenta años desde
la poesía social al postismo y, en los momentos actuales, a esta última e
innominada etapa de la poesía en
absoluta libertad. El autor dedica la
obra "A los poetas Leopoldo de Luis
y Antonio Fernández Molina como póstumo y afectuoso homenaje." siendo el
prólogo de Leopoldo de Luis premonitorio en todo su contenido, desde su
comienzo en el que escribe:"Desde los años cincuenta José Fernández-Arroyo
viene concibiendo la Poesía como una "voz inevitable", y afirmando
que en Fernández -Arroyo hay un poeta hondo, autor de poemas como los de sus
libros, donde su verdad lírica y su comprensión ética fluyen por un discurso
emocionado, a veces de impresionante brío. Termina diciendo que "en lugar
del prólogo, él hubiera querido escribirle una carta como la que él escribió a
sus amigos, agradeciéndole ese gran poema en que ve como
Se
llenaron los campos de muertos
y las
ciudades se llenaron
de pañuelos tendidos a secar.
porque los muertos no se
levantan ya nunca, pero pueden abonar los campos y alertar el recuerdo, y los
pañuelos de la sangre y de la pena, aunque se sequen, tremolarán siempre en las
ventanas de la mejor poesía." Y efectivamente de Leopoldo de Luis nos
queda su poesía y el testimonio de su gran humanidad.
La obra narrativa y en
prosa de Fernández-Arroyo todavía no es suficientemente conocida y, por
consiguiente requiere hablar de ella y ayudar a difundirla para que otros
lectores tengan el privilegio de saborear ese placer de leer buenos creadores.
Porque no siempre los cauces de las editoriales seleccionan a los mejores. Y no
es esta una opinión sin fundamento, ya que si revisamos las publicaciones de
décadas anteriores, incluso de siglos, se comprueba que muchos autores en un
tiempo famosos hoy, apenas son mencionados.
José Fernández-Arroyo es un poeta de realismo
mágico porque en toda su obra prevalece lo intemporal, junto con las imágenes
que trascienden donde las fechas carecen de importancia. Y eso es primordial
para un autor.
Natividad Cepeda
Arte Digital: N.Cepeda