domingo, 25 de diciembre de 2016

Últimos días de diciembre en Tomelloso


Permanecen callados, sin viento, más allá del ruido de la ciudad y del murmullo de las palabras estériles de tantas voces vacías y sin otro fruto que su afán de mirar escaparates  y pertenecer a la perecedera voz de comprar y comprar sin tino ni medida. El aire concluye en ellos su viaje. Se detiene seducido por la belleza fascinante de su gracia, y como velo venido desde el cielo las nubes rocían con su sombra los ramajes que impertérritos, soportan el frío del invierno. De perlas ha cubierto la niebla que se aleja  cedros, abetos, árboles y tejados sin otra obligación que dejarse desvanecer cuando el sol rompa la densidad que el amanecer trajo consigo.     
Este veinticinco de diciembre  hay silencio en parques y plazuelas pareciera que en esos lugares la Providencia no quisiera que el nacimiento de Jesús, aquél niño nacido de una virgen, según está escrito en las escrituras sagradas, no quisiera hacer partícipe a esta naturaleza reglada por  las leyes locales de los ayuntamientos de esa noticia difundida por altavoces  y televisiones. Los miro solos en mitad de una ciudad dormida con su silencio místico que de nada alardea y a mí alrededor creo escuchar la humanidad sufriente.
Aquí junto al corazón de la tierra  sometida por  manos humanas de jardineros   especialistas en jardines de diseño, siento detenerse la vida de todos los que han marchado a esa otra dimensión que no comprendo.  Vuelan las nubes y al mirarlas intento seguirlas y con ellas, seguir volando al infinito adonde quisiera encontrar a todos los que ya no veo. 
El alma de los árboles, las hojas esparcidas y las semillas muertas me traen el rostro de otros diciembres que ya pasaron. Que no regresarán con los que en esos días pasaban por este pueblo mío, tan amado por ellos y por mí.
Ando sin prisa por entre la anónima paz que me rodea dejando que en mis zapatos el barro humedo de la tierra se plegue a  las suelas. Y de nuevo recuerdo a los que se marcharon en Berlín en medio de las luces navideñas. Se quedaron con el impulso de la vida roto, sin otro mérito para perecer que vivir en medio de una ciudad de paz. Una ciudad acogedora para los que creen en la Navidad y para todos aquellos que tienen otras creencias diferentes. Berlineses de otras latitudes y lugares lejanos; berlineses porque pisan sus calles y los cubre su cielo. Sigo andando y en el silencio escucho esos pasos que se quedaron sin ser dados. Miro a la altura y el cielo tormasolado  hace figitiva a la niebla.
Es Navidad en Tomelloso y en todos los lugares donde la llegada del invierno la unimos con el nacimiento de Dios entre nsotros y, de nada vale que nieguen los ateos su existencia y con soberbia iracional, sostengan que Dios no existe, sin poder demostrarlo,  porque a pesar de su negación también celebran la navidad.  
Arrastramos dudas y convencimientos en temas filosoficos desde épocas tan lejanas que no han sido acuñadas en escritura y sí, trasmitidas oralmente. Sabiduría inmemorial o ignorancia, la una y la otra son aplicables en el transcurrir humano. Ante esta verdad para todos es Navidad, exceptuando a todo aquél que no respeta la convivencia pácifica. Diciembre ha vuelto a encender velas en Berlín y a dejar flores en el suelo que de nada sirven, cuando ninguno de esos gestos hará volver a los que se quedaron sin vida como flores muertas sobre el asfalto. Recuperar sus vidas es imposible, tan imposible como tocar la nubes con mis manos.   


                                                                                         Natividad Cepeda
Arte digital: N Cepeda

domingo, 18 de diciembre de 2016

Cuando Jesús de Nazaret nació en mi corazón


Al principio de mi infancia recuerdo  un belén grande en la iglesia de mi pueblo. Era inmenso con rebaños de ovejas y pastores, mujeres hilando y barriendo, amasando el pan en la artesa, lavando  ropa en el río y andando con sus familias por los caminos de los pueblecitos dispersado del belén camino del establo donde nacía el niño Jesús.
Para ver aquél fascinante mundo de barro, madera, tomillo, agua y harina simulando nieve con estrellas de platina en el cielo azul, me empinaba en la punta de mis pequeños pies, y solo alcanzaba a ver el enorme y temeroso castillo del malvado rey Herodes en su cima poderosa. Los soldados romanos y hebreos aparecían en legiones, apartados de la gente que buscaba la gruta de Belén.
Intentaba abarcar con mi mirada todo el espacio fantástico donde los ángeles bajaban a la tierra y se aparecían a los pastores  en medio de su luz y sus alas blancas y resplandecientes por encima de la lumbre que calentaba un caldero con la comida que guisaban los pastores.  Y a duras penas lograba ver el molino y los sacos de harina en hilera que el molinero cargaba en su espalda, junto a la mujer, que me decían, que guisaba gachas dulces para el niño Jesús en una sartén de patas puesta en la lumbre. Me esforzaba por ver a las lavanderas, lavando en el río y los pañales tendidos en los romeros que se cantaban en los villancicos.
Todos tenían un trabajo que hacer en el belén; a las gallinas, gallos, palomas, conejos y cerdos les echaba de comer hombres, mujeres y niños sin descuidar corrales y pilas de agua donde también bebían burros y mulas porque en el belén también había hombres arando la tierra y sembrándola. Y al fijarme en la posada me entristecía ver al posadero asomado por una ventana alta, con candil y gorro de dormir, negando cobijo a la Virgen María subida  en el borriquillo sentada de medio lado, envuelta en su manto azul,  y a San José, con su mirada hacia arriba sujetando los ramales del burro en una mano y la otra, puesta en el llamador, de la puerta de la posada.
Miraba sin reparar en el tiempo todo lo que sucedía en ese espacio, detenida en la mirada risueña de un niño rubio, desnudito, con un pañal, encima de las pajas de un pesebre junto a una mula,  un buey,  su madre y  su padre que recibían a mucha  gente, mirándolo de rodillas y de pie, con un ángel encima del portal  con un lienzo blanco donde se leía: Gloria In Excelsis Deo. Deletreaba despacio y mal las letras, intentando descifrar su mensaje. No lo conseguía y  me apoyaba en el borde de aquella plataforma cubierta de serrín,  porque creía escuchar lo que mis padres y abuelas me decían cuando  yo preguntaba por su significado.  Mi pregunta infantil era insaciable: ¿qué dice ahí? Y con paciencia me repetían: Gloria en el cielo, y en la tierra paz a los hombre de buena voluntad. Ah, sí, balbuceaba intrigada,  y volvía a preguntar si los ángeles habían bajado para escribir aquella frase y dejarlo sobre el portal…
Los días transcurrían serenos en medio del frío del invierno rodeado de oraciones y cánticos sencillos. Al atardecer tía Julia y tía Benigna abrían sus breviarios y en silencio leían. Cuando preguntaba a mamá por esos libros de las abuelas -tías, ella me explicaba que eran unos libros  con todas las oraciones del año.
Los inviernos continuaron trayendo  otras navidades. Un año en la iglesia se levantó el piso de madera, que no hacia ruido al pisar sobre su pavimento. Los albañiles fueron poniendo unas baldosas de terrazo blancas y negras, que eran más frías  y por donde sonaban los herretes que el zapatero me ponía en la punta de los zapatos y las botas.
El belén grande lo hicieron más pequeño, y yo lamenté que ahora que había crecido ya no estuviera para verlo sin tener que empinarme sobre las puntas de mis pies.
Me seguía intrigando la lectura de los ángeles y su mensaje  a los pastores y  pregunté quien lo había contado. Entonces me dijeron que lo dejó escrito San Lucas, que fue quien escribió el tercer Evangelio, discípulo de San Pablo. “Lucas, el médico querido” Ni él ni Pablo conocieron a  Jesús. Lucas nació en Antioquia  en el seno de padres paganos. Su cultura fue griega y recibió una esmerada educación  en literatura y medicina. Dirigió su mensaje a gentiles cristianos. Era incansable, y escuchaba con mucha atención todo lo que le contaban los que sí habían conocido a Jesús y fueron testigos de su mensaje.  Él, es quien  cuenta la infancia del niño nacido en Belén, y nos habla de su madre, la Virgen María, porque se piensa, por lo que escribe, que fue ella quien le narró todo lo sucedido al visitarla en la ciudad de Efeso,  Allí, según la tradición, San Juan Evangelista, fue donde se llevó a la madre de Jesucristo, después de su crucifixión, huyendo al ser perseguidos en Jerusalén. Y allí, todavía se visita la “Casa de María” situada en la actual Turquía en Selçuk, a tres kilómetros de Efeso.
Escuchaba con la atención de quien está descubriendo lugares legendarios. Preguntaba cómo era  Lucas, el discípulo de Pablo y me explicaban que lo seguía a todas partes. Viajó con él a Troas, donde decían que se encontraba la ciudad de Troya; a Tiro, Jerusalén, Roma…conocieron naufragios y jamás perdieron la fe.
Los días navideños  traían historias anexas al nacimiento del niño Jesús y así fue como en la misa de Nochebuena escuché el Gloria In Excelsis Deo de los ángeles y los pastores que nos dejó escrito Lucas en su Evangelio que dice así:
Había en la misma comarca unos pastores, que dormían al raso y vigilaban por turno durante la noche su rebaño. Se les presentó el ángel del Señor, la gloria del Señor los envolvió en su luz y se llenaron de temor. El ángel les dijo: "No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor; y esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre." Y de pronto se juntó con el ángel una multitud del ejército celestial que alababa a Dios diciendo: "Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes él se complace." Cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vamos a Belén a ver lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado." Fueron a toda prisa y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, contaron lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y todos los que lo oyeron se maravillaban de lo que los pastores les decían.
María, por su parte, guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón.
Los pastores se volvieron glorificando y alabando a Dios por todo lo que habían oído y visto, tal como se les había dicho.
En la iconografía, San Lucas, es representado con un libro, un novillo alado o pintando  por lo que es llamado el “pintor de la Virgen” Es Patrón de artistas, doctores, encuadernadores, escultores, cerveceros, notarios y un sinfín de profesiones por sus cultura cristiana. Amó al mismo Jesús que llevo en mi corazón. Es el legado recibido de los que me amaron y acompañan por encima de la muerte, cada Navidad.


                                                                                                        Natividad Cepeda


Imágenes: Adoración de los pastores: El Greco. Niño dormido Inmaculada Lara Cepeda “Maku” Poema: Natividad Cepeda
Arte digital: N Cepeda

miércoles, 14 de diciembre de 2016

Hoy 14 de diciembre, la niebla es un mato húmedo cubriendo Tomelloso. En mi calle hay una rotonda que su centro alberga un olivo centenario traído de los campos lejanos de otras tierras sureñas; el olivo es la belleza suprema dela calle, hermoso y callado soporta estoicamente los humos de los coches y los frenazos desesperados de la ausencia paciente de los conductores que parecen tener prisa para dejar de vivir.
Hace días que a su tronco han puesto una faja de luces blanca como símbolo de Navidad profana, al mirarlo pienso en lo costoso de esa falsa Navidad  en torno al árbol y sumo, sin saber, el conste de todas las luces de mi pueblo  que se encienden para  alegrar los días navideños. Ignoro la cifra del coste pero es un dinero tirado que a nadie beneficia y que tampoco hace mejor los días de diciembre.
Por aquí y por allá se hacen festivales locales para sacar fondos y poder ayudar a las asociaciones que dan de comer y pagan facturas de luz eléctrica a los que lo necesitan, mientras en las calles se encienden luminarias que todos pagamos sin que se nos hay pedido permiso ni opinión.
Hoy leyendo la poesía de Juan de Yepes- una vez más-pienso en la dureza de su vida, y haciendo mía la frase de Teresa de Jesús, imagino cuanto sufrieron sus “huesecicos”  hasta el mismo día de su muerte. Inteligente y bondadoso fue incomprendido y perseguido por aquellos que jamás debieron hacerlo: por los suyos. Pero decía verdades y amaba más allá de la vida, experiencias que no alcanza a la mayoría porque se engalanan como el olivo con fajas de luces artificiales. Su poesía leída, por menos de lo que presumen de haberla leído, es una poesía nacida y creada desde la formación académica y del amor infinito al Creador; poesía vehemente, hermética, por aquello de la persecución y de la incomprensión y también porque carecía de vulgaridades que en ese pasado existían igual que hoy.
Su santidad para los católicos es fehaciente por lo que lo llamamos como él quiso llamarse Juan de la Cruz; San Juan de la Cruz, llamado y declarado por la iglesia, Patrón de los poetas, al que ruego, que me ayude, que  nos ayude a todos, creyentes y no creyentes en su fe cristiana y sí en su poesía, para ver la luz a través de la niebla de este día y no a través dela hipocresía reinante.
Para reconocerle y honrarle  unos versos de su “Noche oscura”, en esa noche  que el alma, su alma de creyente en Cristo Hijo de Dios,  clama a Él, cuando es perseguido injustamente: cuando clamamos y somos perseguidos por diferentes causas y poderes otros poetas y otras personas injustamente. Porque la injusticia para desgracia humana sigue vigente hoy después de tantos siglos.
Su poesía  es vigente a pesar de los siglos transcurridos.
NOCHE OSCURA
 En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

 En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.


 Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

 ¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que la alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

 En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

 El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

 Quédeme y olvídeme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y déjeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.

En Tomelloso a 14 de diciembre de 2013     

Hoy 14 de diciembre de 2016 también el día es gris, continuo leyendo a San Juan de la Cruz y creo en su mensaje de fe y en su mensaje poético. El texto que aparece lo publique en Facebook  en 2013 y ante su actualidad vuelvo a lanzarlo a las redes porque creo que las banalidades de nuestra sociedad hay que intentar humanizarlas en vez de aplaudirlas y seguirlas.
De nuevo la Navidad llama al corazón y su llamada es algo más que luces de colores y publicidad de perfumes y comida de lujo: Navidad es Amor y ese amor hay que compartirlo y darlo a cuantos carecen de lo necesario para el cuerpo y para el alma.
La poesía y los poetas también estamos llamados a ser anunciadores de belleza y de justicia por encima de todas las ideologías.  
                                                                                                        Natividad Cepeda

sábado, 10 de diciembre de 2016

¿Derechos Humanos?

                                        
Si para conocer los derechos humanos admitidos por nuestra sociedad  tengo que cerrar mis ojos, mis oídos, mi boca y mi momento histórico y, así, situarme en la celebración de tales derechos; entonces mi problema, y el problema de otros muchos miles de miles de personas es que esa declaración universal no es universal.
No  lo es cuando ahora, en este mismo momento están muriendo de inanición seres humanos habitantes de mi mundo conocido. No lo es cuando se lapida a una mujer en nombre de una religión. No lo es cuando la infancia es agredida sexualmente. No lo es cuando los niños carecen de protección y trabajan sin derechos siendo esclavos en éste siglo XXI.  No. No hay derechos humanos cuando las epidemias matan a las personas en zonas de la tierra por carecer de medicinas y protección del estado. Y también cuando por causa de ganar dinero gracias a la fabricación de armamento las guerras se suceden beneficiando a los países ricos en detrimento de los habitantes pobres masacrados por ambiciones personales de los que se dicen y proclaman protectores de los pueblos. Ni tampoco hay derechos humanos para los personas que llegando a la vejez carecen de los medios necesarios para subsistir dignamente.
Y ¿dónde queda esa declaración llamada universal para las niñas vendidas, las mujeres maltratadas, los crímenes justificados en nombre de Dios, Patria o ideología de extrema izquierda o de extrema derecha por movimientos populistas e irreverentes con los derechos de las personas? Una ideología saca lo funesto de la otra al tiempo que esconde sus propias aberraciones. Y seguimos cantando a la libertad, al amor, a la paz envueltos en disfraces divulgados por medios electrónicos que nos vigilan, nos entretienen y engañan para que sigamos siendo marionetas movidas por los tiranos de este mundo endiosado en su propia ceguera de egos siniestros.
Hay muchas otras violaciones humanas que se pueden enumerar por hoy ya con estas expuestas vamos bien servidos  de vileza y ceguera.



Natividad Cepeda


miércoles, 7 de diciembre de 2016

Una sociedad sin prolongación de la familia

                                Los adornos de luces icónicos de diciembre nos instan sin palabras a la celebración de una navidad sin Dios ni religión. Por las calles, la estructura general  orienta hacia la realidad de que la persona actúe y obre  sin la fortaleza  del conocimiento, de lo que es vivir en toda su amplitud. La doctrina de ser feliz  bajo la moral de todo está bien y se puede hacer y ejecutar, pues no otra cosa es hacer realidad los programas dirigidos a manipular el pensamiento colectivo, hacen olvidar a las “masas humanas “ lo que  es benéfico o perjudica. El entramado  social soporta las vicisitudes  actuales  sin demasiado conocimiento de por donde se mueve la realidad de cada día.  Por lo que su experiencia es una agitación constante entre las máximas  que adoctrinan políticos, educadores y medios económicos designando programaciones audiovisuales y consumistas de frases breves que preconizan felicidad y poder, mostrando personajes populares, felices por actuar y vivir bajo una vida exenta de obligaciones y sí, sustentada en caprichos insustanciales y vanos. La navidad es un suceso cristiano y el cómputo de nuestra era. La navidad es el elemento inicial de la cultura de occidente por recoger y agrupar en toda ella el legado griego, judío y romano de nuestra cultura reconocida por instituciones internacionales.
Pero ¿quiénes son los que conocen las directrices internacionales y las declaraciones dimanadas de ellas? Creo que sólo juristas, políticos y presidentes de asociaciones internacionales porque muchas de las iniciativas altruistas de voluntariado internacional dependen de las ayudas que reciben de esas declaraciones de derechos humanos.
La institución familiar no recibe en España la atención que debiera, por esa causa la maternidad no está protegida. Y este, no es tema de un “test” para escribir buscando ese populismo abanderado por los que se autollaman progresistas. Y no es un tema nada fácil porque buscar la verdad nunca ha tenido demasiados buscadores auténticos.
Los rasgos mostrados en los día previos a la Navidad son contradictorios por lo que cuando  no se consigue que las endorfinas cumplan dejando placer y alegría la depresión se asienta entre las luces de colores de los corazones rotos. Nada es para siempre salvo, la búsqueda de uno mismo con el conocimiento de que lo material no lleva exclusivamente a la felicidad.
Nuestra sociedad se mueve entre el egoísmo la vanidad  y la soberbia imitando a sucedáneos de la verdad; a mitos insistentes, fantaseando para ocultar limitaciones y fracasos tan existentes en toda vida humana. Es por eso que la Navidad  que es un canto a la vida y al amor se viste de falso triunfo entre la mucha apariencia de ser poderosos y el escaso valor de lo verdadero. 
Navidad es nacer, defender la vida, cuidarla y respetarla. Sin esa anticipación a perdurar dentro de la familia, la sociedad, la nuestra, está abocada al fracaso. Si dentro de la Navidad no se respeta la vida del que ha de nacer y se protege la vida del que ha envejecido, del enfermo, del sin trabajo y techo entonces no hay Navidad entre nosotros.
Navidad es amor y sin amor la familia se rompe, se fracciona y corrompe y en ese horizonte la persona, cuando se encuentra sola cae en sus temores y miedos.


Natividad Cepeda