miércoles, 27 de marzo de 2013

Un Padrenuestro para recorrer el camino con Teresa




                                                                         "Ni es menester más porque todo
                                                                            lo demás estorba y impide de decir
                                                                            FIAT VOLUTAS TUA SEÑOR,
                                                                             en mí vuestra voluntad de todos
                                                                            modos y maneras que vos,
                                                                            Señor mío, quisierdes."

                                                                                                       Santa Teresa de Jesús.

Me he calzado las sandalias cuando el gallo
cantaba al cielo, y la paja y el grano se vestían
de la primera escarcha.
He salido con mi callado a recorrer el antiguo
Camino de Santiago con tu sombra,
Teresa,  siempre viva.
Sobre este cielo de impaciencia
me asomo a tu camino,
y a golpe de palabra y de latido,
lentamente, musito un padrenuestro
desde la delgada luz vidriada de la aurora.
Imagino y recreo tu figura  arropada
por la paz del convento y de la celda,
tu tacto sobre la pluma,
y el roce imperceptible sobre el papel
que recoge tu legado.
En tu tarea te acompaña un padrenuestro
desgranado en renglones azules,
al donaire, del camino y la fiebre
que te consume por tener tanto amor
hecho llama en tu pecho.
Y torna tu materia al espíritu
en mística oración,
y en vida toda como coágulo de sol
en el espejo del paisaje.

Orar para ti, es seguir las huellas del Amado.
Es encontrar otras moradas sin ruidos.
Es  preparar la tierra del huerto para plantar
viandas ermitañas, y en el rincón de la capilla,
crecerte, como mujer,
más adentro si cabe, del misterio
que existe en rededor. Rezar, es escribir
de un padrenuestro de costumbre
una regla, que al alba, se hace norma,
y con tu coraje, que desde la infancia
te acompaña,  dejar para la historia  consejos 
tan profundos de un camino de humilde
perfección sin más valija, que Dios,
para cruzar con Él, por tantos siglos .
Con tu estela de píe frente al camino,
echo a andar  para cumplir como los peregrinos,
llegar hasta Santiago.
A tientas, en medio  de los campos,
recojo entre mis manos un puñado de tierra,
y rezo,  un padrenuestro desde la morada
interior de tu recuerdo. 











Andar y desandar, abrochando caminos
en los labios, tal vez sería estéril,
si tú,  Teresa de Jesús,
no los hubieras hecho florecer para mis pasos.
Desde este claroscuro que invade el tiempo
en el espacio, cógeme de tu mano andariega,
acicala con tus palabras mi memoria,
para peregrinar a Dios, con tu presencia.


                                                                                                    Natividad Cepeda
                                                                                                


        
Accésit del Certamen Internacional Místico de Malagón



viernes, 22 de marzo de 2013

Bajo un techo de sombras se escribe poesía

           
La poesía es el arte menos valorado y a la vez el más recurrido y recurrente; cabaña donde se alojan las palabras jugando con el honor y la gloria en busca de belleza.
Su nombre fortalece el río de la vida en la primera edad de la niñez, también la adolescencia y crece emergente de fuerza inusitada como una procesión de sueños en la juventud. Apenas si se leen a unos cuantos poetas, porque cualquiera enhebra cuatro versos y sin humildad alguna se exponen y hasta se obliga a escuchar a los vates prominentes, sobre todo si en el alijo muestran titularidad universitaria, como si con adquirir el titulo se adquiriera el don de componer un verso. Los otros, los poetas de pueblos y ciudades de provincias, son meros jornaleros despreciados por los que al apego del poder oficial consiguen premios y medallas. Y aún así, los libros de premios apenas si son leídos por el público que también, cómo no, se yergue por encima de formas y estilos literarios argumentando no necesitar de instrucción alguna para componer hermosos versos.  Entre unos y otros lo cierto es que en el mercado de los libros nadie apuesta por invertir en publicar poesía, porque es un mercado que siempre está en crisis. Y quedan los poetas, pobres entre los pobres, con su carro de folios llenos de tachaduras rodeados de innumerables cuervos, ávidos de comerse el despojo.

La Unesco, estableció un día mundial para leer poesía, para elevarla al techo del mundo conocido en los portales cultos, al menos de los que presumen de ser cultos, y se nombra en los medios requeridos para quedar bien. Pero de esos inflados actos y comentarios ¿qué queda de verdad en todo ello? me pregunto. Y creo sin demasiado error a equivocarme, que ese día 21 de marzo, pasa desapercibido para la mayoría.
Porque la verdad sea dicha sin tapujos ¿para qué sirve la poesía? Pues para casi nada, puede, que  para sanar el alma dolorida cuando llora por dentro, o para cantar el vuelo de los pájaros que todavía nos acompañan habitando estas ciudades nuestras inhumanas. Quizá, para no perder la fe en la frescura de los amaneceres, y encontrar alguna noche, una estrella que  nos mira desafiando la luminiscencia de nuestras calles… Incluso sirve escribir poesía para viajar al espacio soñado y labrar el encanto de un estremecido verso de amor. Pero hasta la buena tierra hay que laborearla para arrancarle frutos y compruebo que muchos aficionados a escribir poesía apenas si leen versos.
Cierto es que hay poetas ostentosos que presumen ante el público como si fueran diosecillos del Olimpo urbano, se dan entre los muy notables y también entre los trovadores locales que presumen de ser sinceros y decir y escribir lo que sienten como si los demás carecieran de emociones y sentimientos. De todos ellos nos salvan los poetas auténticos que cuando se leen en soledad con la única compañía de un libro nos llegan al alma. Gracias a esos poetas en el techo de la poesía sigue apareciendo la luz a pesar de otras sombras.
Por ellos, y gracias a sus libros, cualquier día es  bueno para la poesía.


                                                                                                     Natividad Cepeda


Arte digital: N. Cepeda





jueves, 21 de marzo de 2013

…y todavía Miguel Hernández se derrama en el air


Cada año, el 21 de marzo, la UNESCO celebra el Día Mundial de la Poesía. La decisión de proclamar el día 21 de marzo Día Mundial de la Poesía fue adoptada durante la 30ª reunión de la UNESCO celebrada en París en el año 1999.

 «La poesía es una de las expresiones más puras de la libertad de la lengua. Es un elemento constitutivo de la identidad de los pueblos; encarna la energía creativa de la cultura en su facultad de renovarse sin cesar.»
Mensajede la Sra. Irina Bokova, Directora General de la UNESCO,
con motivo del Día Mundial de la Poesía, 21 de marzo de 2013     
                                           
Con este poema mi homenaje a todos los poetas. A los poetas amigos que admiro y respeto por su valía personal y poética, y a todos los poetas que me ayudan a ver la belleza de la vida a través de sus libros de poesía. Un hermoso legado para todas las generaciones. Gracias  a todos ellos.


…y todavía después de tantos años la guerra no termina,
siguen naciendo niños  con hambre, y las mujeres
quedan huérfanas de padres y maridos en  pueblos de vastos  continentes.

También, Miguel Hernández, 
se taponan las bocas a todos
los que escriben palabras sin reservas.
 Cuanto digo es tan cierto como que tú persistes
derramado en el aire lívido de la brisa
por donde  yaces sin ausencias

Yo vengo sin materia a escuchar tu latido
derramado en el aire que canta tu firmeza.
Pródigo tú, en el hilo que se opone
a la muerte renovando la vida
en tus  versos, que nos salvan del silencio absoluto.
Porque todo lo tuyo fue un nido de hermosura
con orillas de lágrimas sin límites
 tu voz no es posterior a la esperanza.
En medio de la pugna que enfrenta a los mortales
tu redoma de versos, Miguel, es un mar luminoso
con rescoldos de amor que encienden nuevas brasas.


Quedan, aún, hoy, Miguel Hernández,
niños yunteros de mirada huidiza; niños viviendo
en ciudades corrompidas, sin llanto en sus pupilas,
ni poetas que canten su tragedia.
Para salvarme de olvidos,
vuelvo a ti, para juntar mi angustia con la tuya
y, me duele este niño hambriento que se nutre
de miseria, de dolor y  abandono;
igual que los niños tuyos muere, y como raíz se hunde
en la tierra lentamente

…y todavía tú clamas en el siglo XXI del temor y de la dicha
cuando el poema interroga…
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?

¿Quién rebasará el escollo de matar al inocente?

En el silencio del viento la historia se vuelve lluvia,
llanto de bruces inútil cantado por los poetas.

 
                                                                                                       Natividad Cepeda




 Este poema se leyó el 5 de diciembre de 2010 en un acto – homenaje organizado por el Comité de las Jornadas Poéticas de las Lagunas de Ruidera en el centenario del nacimiento de Miguel Hernández y publicado en una edición artesanal  por la organización convocante.


 Arte digital: N. Cepeda

miércoles, 13 de marzo de 2013

Mirando los cipreses


                                       
Espero en la consulta del dentista  para ser recibida: en la sala pequeña y agradable un televisor de pantalla de plasma inunda todo el ámbito de la habitación. Ana Rosa Quintana dirige su programa rodeada de sus fieles contertulios. Entre el juego de la verdad y la mentira se desgrana como si vendimiaran  la vida de los otros.

Los otros, son los que interesan, según la actualidad, y así aparecen imágenes de la familia real con la excusa de la operación del rey, y también las declaraciones del viejo Ruíz Mateos, luego las del suegro de un torero que cobra por contar chismes sin ninguna importancia y así desfilan en el programa caras y comentarios, repetidos hasta la saciedad, desde programas de radio y televisiones…  Ignoro muchos programas de la televisión porque desde la madrugada me conecto a la radio y a los periódicos digitales, y si puedo también leo los impresos en papel porque me gusta sentir en mis manos el tacto de la letra impresa y aspirar el aroma de la tinta. Puede que sean manías mías tal vez porque desde que recuerdo en casa había periódicos y libros. Puede que sea porque me aburren las caras maquilladlas y los anuncios que incitan al consumo… Puede que sea ya anciana y necesito sentir que todavía pienso y los libros y periódicos me resultan más propios de mi propia experiencia.
Después de unos minutos, diez o doce, me levanto y de espaldas al televisor miro por el gran ventanal la glorieta de María Cristina donde está ubicado el Museo Antonio López Torres de Tomelloso. El día es ventoso y los cipreses se balancean al ir y venir del aire que parece querer abatirlos. Una y otra vez el rito se sucede intermitente y mirando el pequeño jardín regreso al pasado. En ese espacio yo jugaba de niña y recogía moras de las moreras que entonces daban sombra a las adelfas y al pilón de Lorencete.
Lorencete era un pescador policromado con un sombrero por donde salía un chorro de agua mientras en una de sus manos sostenía una caña de pescar que se hundía en el pilón redondo lleno de peces que entraban y salían de cuevas artificiales recubiertas de oba. Los niños de mi infancia lo mirábamos embobados apoyados en la barandilla de hierro que impedía tocar el agua y caernos. La glorieta era un campo de juegos infantiles y también  el recreo del colegio de doña Pilar. Por entonces no se había construido el Museo y en su lugar había una gran nave que decían que era para guardar trigo y a veces melones y hasta para dar conferencias religiosas un tanto perdidas en la
nebulosa infantil. 

Pero esta mañana miraba los cipreses que habían remplazado a las moreras y pensaba en lo curioso de la vida y su misterio. Alzados hasta el cielo los cipreses recordaban a los muertos en el mismo lugar que anteriormente reposaron. En esa glorieta estuvo el penúltimo cementerio de Tomelloso hasta que se quedo pequeño y rodeado por las casas de pueblo. Recuerdo, que terminando un invierno, allá por la década de los años de 1950 al renovar árboles y arbustos de la glorieta sacaron huesos, y decían que algunos pendientes de oro rotos… A los niños nos prohibieron el paso y cuando regresamos a la glorieta Lorencete nos sonreía como siempre con su caña en el agua y su cesta de peces. Nadie osó romperlo nunca, era inimaginable porque era nuestro amigo de piedra al que sumábamos al juego y el que escuchaba los secretos de los adolescentes.

Ahora en la glorieta sólo está el pedestal de piedra sin la figura de Lorencete porque unos civilizados del siglo XXI se divirtieron destruyéndola. No era igual que aquél Lorencete de mi infancia lleno de colorido con su cara de niño viejo, ajada la escultura por el tiempo y la intemperie. Era otro distinto, sin color y sin alma, probablemente porque los niños de ahora no le cuentan secretos ni lo miran embobados.
Los niños ven la televisión y las pantallas de los videojuegos y por eso desconocen el misterio que emanaba de aquella figura que en silencio nos hacía respetarlo junto a su entorno porque esa glorieta fue lugar sagrado donde reposaron nuestros antepasados.
El aire seguía balanceando los cipreses y en su ulular parecía  escucharse voces del pasado. Al salir de la consulta cruce la calle y miré hacia adentro, sentí que los cipreses rezaban por este pueblo. El viento de marzo recorría las calles y en la glorieta a falta de muertos los cipreses recordaban con su presencia una parcela del pasado.


                                                                                                        Natividad Cepeda
 Arte digital; N. Cepeda

sábado, 9 de marzo de 2013

Mujer olvido y realidad


                                    
En los periódicos de tirada diaria no se incluyen poemas porque se consideran no aptos, sí tienen cabida artículos de temas repetidos y recurrentes, considerados de actualidad.
Más, curiosamente, hay poemas que son universales a los que se citan en artículos escritos ayer y hoy. Hoy, muchas de nuestras hijas y jóvenes, han emigrado y emigran a otros países de Europa, América, Australia,  América del Sur y Asía; despedirlos es una herida abierta que no se cierra fácilmente, además de la pérdida irreparable que supone para nuestro país. Este poema es un mar de llanto hecho palabras por mi hija ausente, por los hijos de muchos amigos y por los millones de emigrantes, mujeres de cualquier nacionalidad que buscan su lugar y derechos en ciudades apartadas de donde nacieron.
La historia humana y su cultura, escrita mayoritariamente por hombres, ha olvidado incluir en sus anales la aportación  de la mujer por no considerarla relevante.  Es uno de los muchos errores humanos, ya que al no registrar esa aportación en el campo de la vida, que no es otro que el ámbito social donde se desarrollan las sociedades de cualquier momento y época, se ha cometido, y sigue cometiendo, un olvido inolvidable porque sin mujeres ninguna sociedad podría haber existido ni existir.
Este poema no es un homenaje a la mujer, es un reconocimiento a todas las mujeres que han hecho y hacen posible la vida en todo su contexto.

       MUJER EN LA CIUDAD DE SIGLOS

                                                                                                                                                                                                               
Debió de ser agosto cuando llegabas, tímida,
y cruzaste las puertas de la vieja ciudad,
las puertas donde todo el tumulto de los siglos
yacía indiferente sobre oxidados goznes.
¿Fue luz  lo que tus ojos ingenuos contemplaron
en el rumor creciente del dédalos de calles?
En ti se prolongaba una muchacha ingenua
bajo sol diferente, bajo música nueva.
La caricia madura del verano se alzaba
en el látigo azul de un horizonte fúnebre.
El río, entre los brazos del cauce, profanaba
los sillares de piedra de los arcos del puente
y tú, viajera firme, sin trabas, sin fronteras,
rompías con tus pasos la cáscara del tiempo.

A nadie le debías nada. Con veladoras
manos tu casa hiciste, tu pedazo de cielo.
Sólo era preciso llegar a la ciudad
y ver las avenidas. Atrás quedan las calles
perdidas de tu pueblo, galerías de sombra.
Eras una mujer abriéndote camino,
bebiéndose el exilio, comenzando a luchar,
sin temores, sin pausa, sin el brindis amigo
de un azar de magnolias. La ciudad eras tú,
tus víveres un máster, la expansión de la búsqueda,
un foro empresarial, la ley del hormiguero.


De mujeres antiguas frente a la tierra dura
tú tenías la génesis, de rebelde mujeres
abiertas a la vida que también emigraron
con recuerdos hundidos, sin ser llamadas diosas,
dejándose a los muertos para calmar el hambre.
Mujeres alfareras  de la vida en sus vientres,
hermosas amazonas con pezones volcados
en la boca del mundo. Mujer, razón del hombre
bajo leyes injustas como liturgia amarga,
dulzura en los jardines, reconocible fuerza
entre la multitud, voz nunca doblegada.
¿Cómo decir que el mundo sin ti no existiría?
Te miro andar, mujer sin nombre, luz serena,
resuelta a no pagar tributo por ser libre,
cruzando extrañas calles sin perder tu camino
y levanto por ti el laurel de la gloria.

Eres un documento de historia transmitida
que el tiempo va sembrando por la ciudad antigua
y por la nueva, madre, que hasta el silencio graba
la belleza en tu rostro. Mujer con el deseo
atrapado en la piel, mujer que permanece
en las viejas paredes que hablan de otros siglos
sin gemidos ni llantos, eternamente limpia.
Mujer de tantos nombres y de tanta memoria
que admira rosaledas en parques y jardines,
que jamás tuvo culpa de necedades que otros
han dicho o han escrito, hoy cruza el universo
y marca con su paso lo que merece ser
y nunca lo que ha sido.
                                      Mujer, quizás no sepas
que todas las ciudades tu imagen reproducen.
Nada se concibió sin tu legado;
todo tiene tu altura en el espejo intacto de la vida.


                   
                                                                                            
                                                                                  Natividad Cepeda


Accésits en el Certamen MUJER Y ARTE Lucena  (Córdoba) 2012
Publicado en el Diario Lanza de Ciudad real 8 de marzo de 2013

Arte digital: N. Cepeda

lunes, 4 de marzo de 2013

Sin hadas los niños pobres y huérfanos del mundo


       

      No es verdad que existan la hadas, si así fuera las convocaría  para ayudad a los niños pobres y huérfanos del mundo. 
Los niños todavía conmueven el corazón endurecido de nuestra depravada sociedad. Al menos, denuncian algunos medios periodísticos, que hay que proteger a los niños de las mafias infantiles. Lo he escuchado mientras desayunaba, cuando el reloj no llegaba a las siete de la mañana y en los tejados la escarcha pintaba ojos a la madrugada, al tiempo que se extendía una niebla oscura como si el cielo se tapara la cara para no saber nada de lo feo y miserable que ocurre en nuestra sociedad.
Las tragedias más horribles se quedan empequeñecidas ante esta denuncia.
Suena en las emisoras la denuncia y se estrella contra las paredes violentamente  porque cuando ya no cabe pensar en nada peor, esa realidad macabra y sucia agiganta la catástrofe hasta límites insospechados.
No es nada nuevo esta noticia cuando se ha dicho a los cuatro vientos.
Las mafias no cesan sus negocios.
Negocios amparados por seres humanos que miran hacía otro lado y se sientan junto a los verdugos de los desprotegidos.
Sabemos que mueren a diario miles de personas y nos hemos acostumbrado a ese holocausto. En voz muy baja, casi a hurtadillas, se habla de la esclavitud que persiste en países árabes. El miedo a no ser correctos  nos amordaza y nos hace callar.
Se denuncia aquello que no nos causé deterioro ni nos complique nuestro vivir.
Y olvidamos lo que es inolvidable, por sí perdemos el asiento que ocupamos en el vagón del tren del bienestar.
La tragedia del hambre  es doble tragedia cuando la ignominia se aprovecha del hambriento, porque  quien nada tiene, cuanto se le da es más que suficiente.
La tragedia es saber que la suciedad del mundo la conocemos y no la limpiamos.
Luego olvidamos lo escabroso y a los que se mueren minuto a minuto porque bastante tenemos con lo nuestro… Y así salpicados de fango crecemos en pobreza y en miserias.
Al fin esa gente está lejos.
Pero, ay, ahora ya nos toca de cerca y los parados son de los nuestros, y también los que buscan un sitio en el comedor parroquial porque el hambre acucia. Pero allá en tierras olvidadas siguen muriendo de hambre y de enfermedades millones de personas. Y no paran las mafias prostituyendo mujeres, niños y hombres… Lo sabemos y el mundo juega a taparse la cara y mirar a otro lado porque eso nos queda lejos.
¿Lejos?
¿Dónde están los niños que desaparecen sin dejar rastro?
El mundo se ha quedado pequeño, salvo para las mafias que campa a sus anchas.


                                                                                                      Natividad Cepeda
                                                                                                                 
Arte digital: N.Cepeda